Ideas obsesivas


Ideas obsesivas No sólo preocupan a los especialistas los rituales o compulsiones, sino también las obsesiones. Son imágenes, ideas, pensamientos que acuden a la mente sin que la persona quiera, de forma repetitiva, y que son de contenido absurdo. Llegan a angustiar mucho a los pacientes que las sufren y siempre se centran en cuestiones sumamente desagradables. Es frecuente que les asalten imágenes de un niño, que puede ser su hijo o un menor de la propia familia, y piensen que le van a matar. En caso de ser individuos muy religiosos, pueden imaginarse a las vírgenes o los santos con características obscenas... Siempre son los pensamientos más nefastos y contrapuestos a su moral y deseo. El enfermo no sólo se preocupa por lo que le pueda pasar a él, sino a las personas de su entorno. Hay mujeres que se han obsesionado con que se les ha caído una aguja de coser en la comida. Cada vez que ponen lentejas las pasan por un cedazo innumerables veces, comprueban que no hay nada punzante en el puchero porque temen enormemente que alguien de su familia pueda llegar a tragárselo. Ya se ha dado al menos un caso en España de un enfermo obsesivo conpulsivo que cree paceder el mal de las vacas locas y que incluso ha hecho testamento.

Fármacos y psicoterapia En la terapia se utilizan fármacos relacionados con la serotonina. Son inhibidores selectivos de la recaptación de dicha sustancia. En los casos más graves se administra este fármaco por vía intravenosa y se recurre a la hospitalización porque es una enfermedad que se cronifica y que suele requerir tratamiento a largo plazo. También es preciso aplicar psicoterapia conductual y cognitiva: son técnicas que se basan en los síntomas. Por ejemplo, asociar un estímulo agradable con la no realización de la conducta y otro desagradable con la ejecución de la misma. La técnica que se utiliza en este caso se denomina «extinción de la respuesta» para que el paciente se percate, por ejemplo, de que encender un cigarro no va a ocasionar una catástrofe. Según ha publicado la especialista Mª del Pino Alonso, de la Unidad de Trastornos Obsesivos de la Ciudad Sanitaria de Bellvitge, en Barcelona, los estudios comparativos realizados hasta el momento con diversos medicamentos antidepresivos se saldan con «una discreta diferencia a favor de la clomipramida», aunque, continúa la psiquiatra, «no existe unanimidad entre los autores respecto a cuál es el fármaco antiobsesivo más eficaz». La realidad es que la clomipramida es la sustancia que más se emplea para controlar esta patología. En los casos de gravedad máxima, es de los pocos trastornos psiquiátricos en los que se utiliza neurocirugía. Existe una operación que consiste en hacer pequeñas lesiones en determinadas estructuras del sistema nervioso central, que mejoran los síntomas en los pacientes que han fracasado con el resto de las terapias. Otras obsesiones, más que compulsiones, se originan en depresiones muy profundas, pero son más síntomas que una enfermedad en sí misma. Por último, los síntomas repetitivos de tipo compulsivo en trastornos orgánicos se producen en personas con daño cerebral, a las que ha dado un infarto, han tenido un accidente o han vivido los horrores de la guerra. Manías para todos los gustos Han pasado por numerosos cambios de nombre como «locura de la duda», «locura lúcida» o «delirio de tocar». Los trastornos obsesivo compulsivos empezaron a clasificarse en 1838 en el apartado de las locuras parciales o monomanías, para ganar posteriormente el calificativo de locura por parte de autores franceses como Farlet o Trélat. También se les ha definido como neurosis y Freud dijo de ellos que tenían una «causa psicodinámica». A pesar de ello, los tipos de obsesiones o compulsiones no han cambiado apenas a lo largo de los años. Éstos son algunos ejemplos: Relacionadas con la agresión. Temor a hacer daño a los demás, a uno mismo, a insultar o proferir obscenidades, a dejarse llevar por los impulsos, a que pase algo terrible, a ser el responsable de una catástrofe. Sobre la suciedad y contaminación. Mostrar desagrado exagerado por las secreciones del cuerpo, por la suciedad y gérmenes, contaminación ambiental, por contraer una enfermedad, por que otras personas caigan enfermas o por la higiene del hogar. Necesidad de limpiar y lavar. Lavado exagerado de manos, cuerpo, dientes, arreglo personal de forma ritual, tomar medidas para evitar el contagio o para eliminar contaminantes. Sexuales. Pensamientos o impulsos sexuales prohibidos o perversos que pueden involucrar a niños, animales, cuestiones referidas a la homosexualidad o el incesto. De acumulación y colección: Tendencia a acumular todo tipo de cosas hasta que la casa se vuelve inhabitable. El enfermo siente deseos de ordenar, pero no es capaz de hacerlo nunca. Religiosas. Ideas o imágenes religiosas con características sexuales aberrantes. También hay personas que dicen no haberse confesado bien o haberlo hecho con mala intención e intentan repetir el acto numerosas veces de iglesia en iglesia. Necesidad de simetría y orden. El paciente ordena y organiza de forma milimétrica. En otros casos, siente una gran necesidad de contarlo todo. Sobre el propio cuerpo. Arrancarse pelos de cualquier parte del cuerpo, morderse las uñas, los dedos, rascarse de forma excesiva. Compulsiones de comprobación. Comprobación de puertas, cerraduras, aparatos, los mecanismos del coche, así como percatarse de que no ha sucedido ni sucederá nada malo o que no hay sustancias contaminantes que puedan perjudicar. Rituales de repetición. Entrar o salir por la puerta, levantarse o sentarse en la silla. Compulsiones varias. Necesidad de saber, recordar, ver ciertos colores o números -que indican buena o mala suerte-, sonidos que irrumpen en la mente con algún significado. Urgencia por decir, confesar, preguntar, tocar o tomar medidas de prevención para no hacerse daño a sí mismo o a los demás o para evitar un suceso terrible que pueda acaecer. (*) Fuente: tomado parcialmente de la Escala de Obsesiones y Compulsiones de Yale-Brown. Uso o abuso de los psicofármacos La correcta aplicación de medicamentos para tratar enfermedades psiquiátricas está siendo puesta en tela de juicio por algunos profesionales. Para Juan Gibert Rahola, director de la Unidad de Neuropsicofarmacología de la Asociación Europea de Psiquiatría, estas sustancias se recetan en exceso en ocasiones y, otras veces, demasiado poco, ya que hay muchas enfermedades mentales, como la depresión, que no siempre se diagnostican con éxito. El especialista acaba de presentar el libro «Lo que siempre quiso saber sobre psicofármacos y nunca se atrevió a preguntar», que contesta a unas 500 cuestiones relacionadas con medicamentos y trastornos mentales, desde el nivel más básico al más complejo. Los expertos piden que se ajusten las dosis y se afine en su prescripción, especialmente en la realizada a través de los médicos de familia. No todo es Biología ni Genética en la Psiquiatría, como sacraliza una corriente muy en boga hoy, y que relaciona muy directamente los fundamentos físicos con las dolencias mentales. El componente ambiental también es importante, a juicio de los expertos, para que se produzca el «cortocircuito», en palabras del profesor Gibert, que hace que una enfermedad se manifieste, ya sea la esquizofrenia o el propio trastorno obsesivo compulsivo. Por ejemplo, en un paciente aquejado de depresión el tratamiento «debe prolongarse seis meses después de que ésta se dé por curada», señala Gibert, para evitar recaídas. Las depresiones son precisamente otro de los caldos de cultivo de las «manías». El psiquiatra Francisco Alonso-Fernández, que también acaba de presentar un libro, «Claves de la depresión», asegura que ésta no es un simple trastorno del ánimo, como dicta la escuela estadounidense. «A veces -insiste- la persona no se siente deprimida ni triste en exceso, pero duerme mal, no tiene ganas de comer y le falta vitalidad. Este tipo de depresiones no se diagnostican ni se tratan». El especialista aboga por un novedoso «modelo español» sobre esta patología, en el que se tiene en cuenta la energía del individuo, su estado de ánimo, su capacidad para adaptarse a personas y situaciones, y su estabilidad en los ritmos vitales (sueño y vigilia, comidas...). Alonso-Fernández ofrece, además, unas cuantas claves para prevenir entre un 30 y un 40 por ciento de las depresiones: Evadirse o controlar el estrés. Evitar la soledad, practicando relaciones sociales suficientes. El psiquiatra aconseja al menos dos confidentes, no dos parejas, para poder relatar problemas o preocupaciones cotidianas. Dar paseos, hacer ejercicio o deporte al aire libre. La luz natural estimula la creación de neurotransmisores. Regular los ritmos vitales. Una cuestión importante es acostarse siempre a la misma hora, aunque no se tenga sueño. Ayuda a centrar la mente y a acompasar todos los procesos biológicos.