LAS EMOCIONES



LAS EMOCIONES
‘Son buenas todas aquellas emociones que le refuerzan y le elevan; es
inconveniente aquella emoción que sólo se apodera de una parte de su ser y lo
distorsiona’.
Rainer M. Rilke
LAS EMOCIONES
Las emociones son fuerzas muy poderosas, tienen una gran energía y son el motor
más importante de la conducta del ser humano. En otras palabras, la mayor parte de la
veces, lo que hacemos esta determinado más por nuestras emociones que por la razón.
En ocasiones nuestros sentimientos nos asustan y los reprimimos o los ignoramos y
lo que ocurre es que adquieren más fuerza, se esconden en el depósito del subconsciente
y desde allí nos neurotizan o nos enferman. Y de repente, sin saber por qué, afloran a la
superficie y pueden abrumarnos y hacernos sufrir.
Cuando una emoción se presenta es muy importante reconocerla, contemplarla,
sumergirnos dentro de ella para descubrir su significado.
EL VASTO Y MISTERIOSO MUNDO DE LAS EMOCIONES
La emoción es definida como un ‘estado de ánimo que se caracteriza por una
conmoción orgánica, producto de sentimientos, ideas o recuerdos, y que puede
traducirse en gestos, actitudes, risa, llanto, etc.
La palabra emoción proviene del latín motere (moverse). Es lo que hace que nos
acerquemos o nos alejemos a una determinada persona o circunstancia. Por lo tanto, la
emoción es una tendencia a actuar, y se activa con frecuencia por alguna de nuestras
impresiones grabadas en el cerebro, o por medio de los pensamientos cognoscitivos, lo
que provoca un determinado estado fisiológico en el cuerpo humano.
Charles Darwin fue el primer científico en señalar que las emociones se han
desarrollado, en su origen, con el propósito directo de preparar a los animales para la
acción, en especial en una situación de emergencia. (THE EXPRESSION OF
EMOTIONS).
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EL PROCESO EMOCIONAL
Las sensaciones físicas acompañan a nuestras emociones y sentimientos. Cada
emoción está vinculada a elementos fisiológicos precisos: tanto la respiración como
el tono muscular, el pulso cardíaco, la presión arterial, la postura, los movimientos y
las expresiones faciales.
Las sensaciones son ejemplos de excitación: la transpiración y el rápido ritmo
cardíaco del temor, la sensación de falta de sentimientos o de muerte cuando rechazamos
o perdemos algo que apreciábamos.
Las pautas fisiológicas o musculares habituales comienzan a determinar por sí
mismas los estados anímicos.
Los elementos de una emoción son, pues:
1) Una situación, que genera sentimientos, ideas o recuerdos.
2) El estado de ánimo consiguiente.
3) La conmoción orgánica expresada en gestos, actitudes, risa, llanto...
4) El comportamiento subsiguiente.
Estamos siempre constituidos, en la vida familiar, en el trabajo y en cualquier
otra circunstancia, por tres elementos: las emociones primarias, las relaciones
afectivas y las representaciones simbólico / racionales.
Hay dos tipos de procesos que afectan nuestro equilibrio emocional: los internos,
donde el flujo y el reflujo de los neurotransmisores eleva o baja la excitación, y los
externos, las interacciones con el ambiente, incluidos los intercambios con otra gente.
Pero conviene recordar que cuando usted dice: ‘Fulano me sacó de quicio’,
supone que la emoción es el resultado directo de un hecho externo: lo que alguien
hizo. Usted toma conciencia de la emoción, pero no de la interpretación automática de
lo sucedido. No es posible reaccionar directamente a un hecho determinado, salvo en
circunstancias de peligro; con esta excepción, antes de reaccionar ante un hecho
tenemos que interpretarlo. Los sentimientos no surgen hasta tanto la mente no haya
captado lo que sucedió, y decidido su significado. Esa tarea es realizada por la mente
empírica, y la lleva a cabo tan automáticamente, que no nos percatamos de que la
mente está funcionando. Todo lo que sabemos es que reaccionamos emotivamente a
algo que sucedió.
Los terapeutas cognoscitivos, como Aarón Beck, Albert Ellis y Donald
Meichenbaum, insisten, por eso, que en muchas circunstancias son los pensamientos
los que determinan los sentimientos. (COGNITIVE, HUMANISTIC PSYCH., STRESS
INOCULATION).
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Pero también es cierto que las respuestas emocionales, en su mayoría, se generan
inconscientemente. Freud tenía razón cuando describió la conciencia como la punta del
iceberg mental.
Conviene señalar que los sucesos sin carga emocional, como los
pensamientos, no desplazan tan fácilmente a las emociones (por lo general, no basta
con desear que la ansiedad y la depresión desaparezcan para que así suceda).
LA FUERZA DE LAS EMOCIONES
Cuando las personas buscamos situaciones como ir al cine, a los parques de
atracciones, comer bien, beber o consumir drogas, lo que estamos haciendo es buscar
recursos que pongan en marcha estados emocionales determinados.
Tenemos poco control sobre nuestras reacciones emocionales. Cualquiera que
haya tratado de fingir una emoción, o que haya percibido esto en otros, sabe que es una
tarea inútil. La mente tiene poco control sobre las emociones, y las emociones pueden
avasallar la conciencia.
Finalmente, cuando las emociones aparecen, se convierten en importantes
motivadores de conductas futuras, y no sólo influyen en las reacciones inmediatas,
sino también en las proyecciones futuras. Pero asimismo pueden ocasionar problemas.
Cuando el miedo se torna ansiedad, cuando el deseo conduce a la ambición, cuando la
molestia se convierte en enojo, el enojo en odio, la amistad en envidia, el amor en
obsesión, el placer en vicio, nuestras emociones revierten en contra nuestra. La salud
mental es producto de la higiene emocional, y los problemas mentales reflejan en gran
medida trastornos emocionales.
Por otro lado, las alteraciones emocionales afectan, tanto en niños como en
adultos, la atención y la concentración, dañando la capacidad intelectual.
‘La buena nueva es que aunque no podamos evitar que aparezcan las emociones
negativas, sí podemos impedir que arraiguen’.
Dr. Thomas A. Harris
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EL VALOR DE LAS EMOCIONES
Las emociones definen quiénes somos, tanto desde el punto de vista de nuestra
propia mente como desde el punto de vista de otros. ¿Puede haber algo más
importante que entender lo que nos pone felices o enojados, nos entristece, nos da
miedo o nos deleita?
¿Por qué muchas veces nos resulta imposible entender nuestras emociones?
¿Tenemos control sobre ellas, o son ellas las que nos controlan a nosotros?
¿Podemos tener reacciones emocionales inconscientes y recuerdos emocionales
inconscientes?
¿Se pueden borrar los recuerdos emocionales, o son permanentes?
Nuestras emociones pueden proporcionarnos INFORMACIÓN VALIOSA sobre
NOSOTROS MISMOS, sobre OTRAS PERSONAS y sobre determinadas situaciones.
El haber descargado nuestro mal humor sobre un compañero de trabajo puede
indicarnos que nos sentimos abrumados por un exceso de trabajo. Sentir ansiedad ante
una próxima exposición puede ser una SEÑAL de que necesitamos preparar mejor
nuestros datos y cifras. La frustración ante un cliente podría indicar que nos convendría
encontrar otras formas de transmitir el mensaje.
Si escuchamos la INFORMACIÓN que nos proporcionan las emociones, podremos
modificar nuestras conductas y pensamientos con el fin de transformar las situaciones. En
el caso del arranque de cólera, por ejemplo, podríamos ver la importancia de tomar
medidas para reducir nuestra carga de trabajo o para regular el proceso del mismo.
EL PROCESO DE LAS EMOCIONES
Cuando dirigimos una mirada introspectiva a nuestras emociones, las encontramos
obvias y misteriosas a la vez. Son los estados de nuestro cerebro que mejor conocemos
y que recordamos con mayor claridad. Sin embargo, a veces no sabemos de dónde
proceden. Pueden cambiar lenta o repentinamente, y las causas pueden ser evidentes
o confusas. No siempre entendemos por qué nos levantamos con el pie izquierdo.
Podemos ser agradables o desagradables por otros motivos que los que creemos que
están guiando nuestras acciones. Podemos reaccionar ante el peligro antes de ‘saber’
que estamos en una situación perjudicial. Puede atraernos la belleza de un cuadro sin
entender conscientemente qué nos gusta de él. Aunque las emociones se encuentran
en el seno de quienes somos, también parecen tener su propio ‘orden del día’, que
normalmente se cumple sin tener en cuenta nuestra participación voluntaria.
Resulta difícil imaginar la vida sin emociones. Vivimos para ellas; disponemos las
circunstancias para que nos proporcionen momentos de placer y diversión, y evitamos
situaciones que lleven a la decepción, el descontento o el dolor.
Conviene también señalar que las emociones tienen un fuerte contenido social:
ocurren entre individuos, más que en cada individuo.
MANIFESTACIONES FÍSICAS
DE LAS EMOCIONES PRIMARIAS
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Ira. La sangre fluye a las manos, y así resulta más fácil tomar un arma o golpear un
enemigo; el ritmo cardíaco se eleva, lo mismo que el nivel de adrenalina, lo que garantiza
que se podrá cumplir cualquier acción vigorosa.
Miedo. La sangre va a los músculos esqueléticos, en especial a los de las piernas,
para facilitar la huida. El organismo se pone en un estado de alerta general y la atención
se fija en la amenaza cercana.
Felicidad. Aumenta la actividad de los centros cerebrales que inhiben los
sentimientos negativos y pensamientos inquietantes. El organismo está mejor preparado
para encarar cualquier tarea, con buena disposición y estado de descanso general.
Amor. Se trata del opuesto fisiológico al estado de "lucha o huye" que comparten la
ira y el miedo. Las reacciones parasimpáticas generan un estado de calma y satisfacción
que facilita la cooperación.
Sorpresa. El levantar las cejas permite un mayor alcance visual y mayor iluminación
en la retina, lo que ofrece más información ante un suceso inesperado.
Disgusto. La expresión facial de disgusto es igual en todo el mundo (el labio
superior torcido y la nariz fruncida) y se trataría de un intento primordial por bloquear las
fosas nasales para evitar un olor nocivo o escupir un alimento perjudicial.
Tristeza. El descenso de energía tiene como objeto contribuir a adaptarse a una
pérdida significativa (resignación).
EL PODER DE CONTAGIO DE LAS EMOCIONES
Las emociones son contagiosas. Como lo expresaba el psicoanalista suizo Carl G.
Jung: ‘En la psicoterapia, aunque el médico mantenga un desapego absoluto con
respecto al contenido emocional del paciente, el solo hecho de que éste tenga emociones
ejerce un efecto en él. Y si el médico cree poder elevarse por encima de eso, comete un
grave error. No puede hacer más que cobrar conciencia de que está afectado. Si no lo
comprende así, es demasiado altanero y no entiende lo más importante’.
Lo que vale para el íntimo intercambio de la psicoterapia no es menos válido en el
taller, en la sala de directorio o en el invernáculo emocional de la vida oficinesca. Si
transmitimos con tanta facilidad los estados de ánimo, eso se debe a que pueden ser
señales vitales para la supervivencia. Nuestras emociones nos indican en qué
concentrar la atención, cuándo prepararnos para actuar. Son captadores de atención,
que operan como advertencias, invitaciones, alarmas, etc. Se trata de mensajes potentes,
que transmiten información crucial sin poner necesariamente esos datos en palabras.
Las emociones son un método de comunicación hiper eficiente.
En el grupo humano primitivo, el contagio emocional (la difusión del miedo de
persona en persona) debió de actuar como señal de alarma, concentrando
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inmediatamente la atención de todos en el peligro inminente: un tigre al acecho, por
ejemplo.
En la actualidad opera el mismo mecanismo colectivo cada vez que se divulga el
rumor de una alarmante caída en las ventas, de una inminente ola de despidos, de una
nueva amenaza por parte de cierto competidor. En la cadena de comunicaciones, cada
persona activa el mismo estado emocional en el que sigue, y así pasa el mensaje de
alerta.
Como sistema de señales, las emociones no requieren palabras, dato que, según
los teóricos evolucionistas, es uno de los motivos por los que han desempeñado un papel
tan crucial en el desarrollo del cerebro humano, mucho antes de que las palabras se
convirtieran en una herramienta simbólica para los hombres. Este legado evolutivo
significa que nuestro radar emocional nos afina con quienes nos rodean, ayudándonos a
interactuar con más facilidad y eficiencia.
LA HERENCIA GENÉTICA Y EL TEMPERAMENTO
Sin duda, crianza, educación y experiencias modelan a la persona en que nos
convertimos. Nuestra emotividad está ciertamente influida por mensajes de la infancia que
recibimos de nuestros padres, cuánto hemos sido heridos en relaciones vitales y la clase
de decisiones conscientes que hemos tomado acerca de nuestros sentimientos.
Indiscutiblemente, las experiencias de la vida pueden modelarnos en muchos
sentidos, pero no son los determinantes más importantes. La biología y la genética
parecen ser mucho más importantes. Nuestro temperamento natural pone la firma, la
marca definitiva a quiénes somos, a cómo navegamos psicológicamente a través del
mundo. Y cuando se entiende esto, se descubre que es liberador antes que lo contrario:
se sabe exactamente por qué uno se siente como se siente y lo que se debe hacer para
sentirse mejor y cómo sentirse más cómodo con aquellos que lo rodean a uno.
Cada persona hereda por el proceso genético ciertas características y tendencias
de sus padres biológicos. Algunas características están completamente determinadas.
Otras sólo reciben una influencia parcial. Por ejemplo, la estatura máxima, el color del
pelo y el color de los ojos están completamente determinados. No obstante los rasgos
emocionales, tales como laboriosidad, la hostilidad, el carácter amistoso o la valentía sólo
están influidos parcialmente por la herencia genética.
Los componentes emocionales de los padres de un niño se transmiten a éste por
los cromosomas, del mismo modo que el color de los ojos. Los niños nacen con
determinadas tendencias emocionales. Algunos son más activos, otros más pasivos.
Algunos son irritables, mientras que otros tienen más paciencia. Algunos son sumisos,
otros más dominantes. Algunos niños son cautos por naturaleza, mientras que otros
exploran más. Los trastornos tales como la depresión tienden a repetirse en los
miembros de una misma familia, aun cuando los niños no han sido criados por sus
padres biológicos. Estas tendencias básicas e innatas residen, al parecer en el sistema
límbico. No son causadas por las experiencias. Robert Plomin, un psicólogo que
trabaja en genética de la conducta, estimó que tanto como el 50% del estilo de
nuestras características de personalidad es heredado. (En gemelos idénticos, puede
ser tan alto como el 70 por ciento). Este hallazgo apoya la obra de otras
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investigadores que estudian rasgos básicos como la emotividad, el nivel de actividad, la
impulsividad y la sociabilidad usando estudios de gemelos y de familia. Empleando
complejos análisis de los datos, concluyen que muchas de nuestras predisposiciones
elementales tienen base genética y son innatas.
Los componentes emocionales, entonces, los siguientes :
• Nuestra herencia genética, que constituye nuestro temperamento.
• Nuestra crianza y las experiencias infantiles, que sumadas a lo anterior
pueden formar lo que comúnmente llamamos ‘carácter’.
• Las experiencias como adultos, y el contexto de las mismas, que pueden
fortalecer nuestras tendencias caracterológicas o debilitarlas.
Cada tipo de temperamento posee una base bioquímica que dicta predecibles
pautas y respuestas emocionales a cada situación vital.
El Dr. Melvyn Kinder sostiene: ‘La investigación científica relativa a la química
cerebral y los rasgos de personalidad heredados ahora apoya lo que por largo tiempo
sospeché: cuando uno se siente desvalido en cuanto a sus emociones, probablemente
sea porque no puede evitar sentir lo que siente. Lo que hemos descubierto sobre la
bioquímica del cerebro en los últimos pocos años tiene peso sobre la psicología. Cambia
casi todo lo que creíamos sobre las emociones. Por ejemplo: cuánto de quienes somos es
naturaleza (heredado o innato, con base biológica) y cuánto de quienes somos es crianza
(educación, amor parental y enseñanzas, ambiente social y cultural). Si bien la teoría
psicológica dominante en los pasados cien años (desde Freud) se ha centrado en la
experiencia de la temprana infancia para explicar por qué somos como somos, la nueva
investigación del cerebro proporciona precisa evidencia en una dirección muy diferente.
Los nuevos hallazgos señalan la verdadera fuente de nuestras emociones:
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• Nuestras emociones tienen orígenes biológicos.
• Cada uno de nosotros nace con un temperamento emocional innato y único
impulsado biológicamente.
• Quiénes somos y cómo reaccionamos al mundo que nos rodea está determinado
más por esos rasgos innatos que por el ambiente o nuestra crianza.
LA ESTRUCTURA DE NUESTRO CEREBRO
A pesar del proceso de crianza, de nuestro sistema educativo y de las limitaciones
sociales, las pasiones aplastan a la razón una y otra vez. Esta característica de la
naturaleza humana surge de la arquitectura básica de la vida mental. En términos de
diseño biológico para el circuito neurológico básico de la emoción, aquello con lo que
nacemos es lo que funcionó mejor en las últimas 50.000 últimas generaciones humanas,
no en las 500 últimas... y sin duda no en las cinco últimas. Las lentas y deliberadas
fuerzas de la evolución que han dado forma a nuestras emociones han hecho su trabajo
en el curso de un millón de años; los 10.000 últimos años –a pesar de haber sido testigos
del rápido crecimiento de la civilización humana y de la explosión de la población humana,
que pasó de cinco millones a cinco mil millones- han dejado pocas huellas en las plantillas
biológicas de nuestra vida emocional.
Y esto se explica, en buena medida, al examina la estructura y naturaleza de
nuestro cerebro.
EL MAPA CEREBRAL DE LA EMOCIÓN
En nuestro cerebro existen tres cortezas principales: una básica llamada
"reptileana", una media denominada "límbica" y una avanzada llamada "neocortical". La
corteza reptileana se encarga de las funciones básicas e instintivas como el comer,
dormir, moverse y controla las respuestas de correr, paralizarse o atacar ante situaciones
amenazantes.
En la corteza límbica se alojan dos órganos muy importantes para las respuestas
emocionales y la memoria: el lóbulo del hipocampo y la amígdala cerebelosa, ambos
encargados de almacenar y recuperar datos que ingresan al cerebro. El lóbulo del
hipocampo, llamado así por su semejanza con un caballo de mar, guarda la información
pura y simple; la amígdala cerebelosa por su parte, almacena la información con
carga emocional y es precisamente la que desencadena las respuestas "alocadas" o
"descontroladas", pues al recibir un estimulo parte de la información llega a la amígdala
antes que a la corteza neocortical, encargada del razonamiento y dividida en dos
funciones esenciales: la imaginación y la razón.
Este sistema emocional de reacción instantánea, casi reflejo, que parece imponerse
a nuestra voluntad consciente, está bien guardado en las capas más profundas del
cerebro. Su base de operaciones se encuentra en lo que los neurólogos conocen como
sistema límbico, compuesto a su vez por la amígdala, que se podría definir como el
asiento de toda pasión, y el hipocampo. Allí surgen las emociones de placer, disgusto,
ira, miedo, y se guardan los "recuerdos emocionales" asociados con ellos.
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Este núcleo primitivo está rodeado por el neocórtex, el asiento del pensamiento,
responsable del razonamiento, la reflexión, la capacidad de prever y de imaginar. Allí
también se procesan las informaciones que llegan desde los órganos de los sentidos y
se producen las percepciones conscientes. Simplificando un poco las cosas, se podría
decir, por ejemplo, que el impulso sexual corresponde al sistema límbico y el amor al
neocórtex.
Normalmente el neocórtex puede prever las reacciones emocionales, elaborarlas,
controlarlas y hasta reflexionar sobre ellas. Pero existen ciertos circuitos cerebrales
que van directamente de los órganos de los sentidos a la amígdala, "puenteando" la
supervisión racional. Cuando estos recorridos neuronales se encienden, se produce un
estallido emocional: en otras palabras, actuamos sin pensar. Otras veces las
emociones nos perturban, sabotean el funcionamiento del neocórtex y no nos permiten
pensar correctamente.
RECONOCER LOS SECUESTROS DEL CENTRO EMOCIONAL
En ocasiones tenemos reacciones extremas que no se encuentran bajo nuestro
control, a esto se le conoce como ‘secuestro de algún centro emocional’. Es en esos
momentos cuando, por poner un ejemplo, el centro emocional del cerebro (la amígdala)
rige al centro racional. Ya bien pueden ser momentos de crisis o de gran disfrute (gritar,
reír, pegar, asustarse, etcétera.).
En el "secuestro emocional" entra un estímulo a través de nuestros sentidos, de ahí
esta información pasa al tálamo donde se traduce y la mayor parte ella pasa a la corteza
cerebral donde funciona nuestra parte lógica y racional. Es la corteza quien se encarga de
tomar la decisión ante el estímulo sensorial. Sin embargo, no toda la información pasa en
forma directa del tálamo a la corteza. Una parte más pequeña pasa directo del tálamo
a las amígdalas, lo que permite que tomemos una decisión instantánea e instintiva
antes de que nuestra parte racional logre procesar la información.
Esta relación instantánea y automática entre el tálamo y las amígdalas es la que
origina el "secuestro emocional", y el resultado es que actuamos antes de pensar, a
veces para beneficio nuestro y otras para perjuicio nuestro. El cerebro, la corteza
racional, no puede controlar cuando se presenta una emoción extrema. Lo que sí puede
determinar es cuánto va a durar dicha emoción.
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FAMILIAS DE EMOCIONES BÁSICAS
Para la mayoría de los autores existen ocho emociones básicas, con sus
respectivas variedad de manifestaciones. Éstas son:
1. De Disgusto: enojo, mal genio, atropello, fastidio, molestia, furia,
resentimiento, hostilidad, animadversión, impaciencia, indignación, ira, irritabilidad,
violencia y odio patológico.
2. De Disfrute: alegría, felicidad, alivio, capricho, extravagancia, deleite, dicha,
diversión, estremecimiento, éxtasis, gratificación, orgullo, placer sensual, satisfacción
y manía patológica.
3. De Miedo: ansiedad, desconfianza, fobia, miedo, nerviosismo, inquietud,
terror, preocupación, aprehensión, remordimiento, sospecha, pavor y pánico
patológico.
4. De Amor: aceptación, adoración, afinidad, amabilidad, amor desinteresado,
caridad, confianza, devoción, dedicación, gentileza y amor obsesivo.
5. De Tristeza: aflicción, autocompasión, melancolía, desaliento, desesperanza,
pena, duelo, soledad, tristeza, depresión y nostalgia.
6. De Sorpresa: asombro, estupefacción, maravilla y shock.
7. De Vergüenza: arrepentimiento, humillación, mortificación, remordimiento,
culpa, pena, y vergüenza.
8. De Repulsión: aversión, asco, desdén, desprecio, menosprecio y
aberración.
Nunca se presentan aisladas, mas bien son una combinación de todas las familias
de emociones mencionadas. Por ejemplo, los celos son una combinación de enojo,
tristeza y miedo.
fuente:http://www.mental-gym.com/Docs/ARTICULO_21.pdf

la luz, mas alla de la negra noche


Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.

fuente:Willim Ernest Henley

“¿Qué es lo real?”


Si, de pronto, alguien nos preguntara: “¿Qué es lo real?”, primero nos sentiríamos un tanto perplejos; después, le mostraríamos con total seguridad lo que tuviéramos a mano a modo de contestación. Pero la pregunta va más allá de nuestra visión natural, es una pregunta que requiere algún sentido perceptivo más de los cinco que siempre hemos considerado.

La realidad debe ser algo que subyace y da sentido a lo real. Está debajo de las cosas, siendo ellas, pero sin reducirse a ellas. La realidad aparente se nos aparece primeramente como lo más próximo a nosotros. Lo que esta lejano se hace real cuando se acerca y se convierte, de alguna manera, en cotidiano. Quizá sea ésta la primera experiencia que tenemos de la realidad como las cosas que nos rodean. Un numerosísimo grupo de personas creen hasta el final de sus días que esa es la única realidad.

Hay un segundo momento en el que captamos a los otros como presencias en persona. Sucede así cuando el otro se desliza en mi mundo y me mira: ¿Qué es ese objeto inquietante en virtud del cual yo cobro otra dimensión diferente ante mí mismo, de tal manera que “me veo porque me ve”?” (Sartre)

¿Cuál es la razón por la que los seres humanos nos hacemos este tipo de preguntas sobre la realidad? ¿No es suficiente con lo que se llama la visión natural del mundo? ¿La realidad es algo en sí misma o sólo nuestra percepción?

Puede que todo provenga de la interna búsqueda de la verdad. Pero, no hay un sendero hacia la verdad, ella debe llegar a uno. No hay dos verdades. La verdad no es del pasado ni del presente, es intemporal; y el hombre que se acoge a cualquier doctrina y cita la verdad de Buda, de Mahoma, o de Cristo, o aquel que comulga y se identifica sin una búsqueda interior propia con los escritos de esta página, no encontrará la verdad. La repetición es una mentira.

El ser humano no puede acercarse a la verdad a través de ninguna organización, ningún credo, sacerdote, o ritual, ni a través de alguna técnica filosófica. Tiene que encontrarla a través del espejo de las relaciones, a través de los contenidos de su propia mente, de la observación, y no a través del análisis intelectual o la disección introspectiva. El hombre ha construido en sí mismo imágenes (religiosas, políticas, personales) como una valla de seguridad. Estas se manifiestan como símbolos, ideas, creencias. La carga de estas imágenes domina el pensamiento del hombre, sus relaciones y su vida diaria. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas pues dividen a los seres humanos.

La verdad no puede ser acumulada. Lo que se acumula es siempre destruido; se marchita. La verdad no puede marchitarse jamás, porque sólo podemos dar con ella de instante en instante, en cada pensamiento, en cada relación, en cada palabra, en cada gesto, en una sonrisa, en las lágrimas. La verdad no tiene morada fija, la verdad no es continua, no tiene lugar permanente. Es siempre nueva; por lo tanto es intemporal. Lo que fue verdad ayer no es verdad hoy, lo que es verdad hoy no será verdad mañana. La verdad está en enfrentarse de un modo nuevo a la vida. ¿Puede la verdad ser hallada en un medio particular, en un clima especial, entre determinadas personas? ¿Está aquí y no allá? ¿Es tal persona la que nos guía hacia la verdad, y no otra? ¿Existe, acaso, guía alguno? Cuando la verdad es buscada, lo que encontramos sólo puede provenir de la ignorancia, porque la búsqueda misma nace de la ignorancia.

Conoce la verdad sólo aquel que no busca, que no lucha, que no trata de obtener un resultado. No se puede buscar una verdad absoluta, ya que la verdad no tiene continuidad. Uno no puede buscar la realidad, “uno” debe cesar para que la realidad sea.
http://www.proyectopv.org/1-verdad/1marcoshigienemental.htm

Autoterapia Para sentirte muy, muy, muy bien!!!


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Ejercicio escritura, para preocupaciones, obsesiones

Ejercicios Escritos:



Romper con preocupaciones, obsesiones:



Para cuando uno tiene pensamientos constantes, cuando no se puede sacar un tema de la cabeza, cuando está obsesionado con algo o con alguien, cuando se tortura, se autorreprocha o siente mucho odio o bronca por algo.



1) En esos momentos de mayor tensión, cuando uno ya está harto de la situación debe ponerse a escribir, por lo menos una cuartilla

2) Escribir espontánea y rápidamente, lo primero que se nos ocurre, sin censurar ninguna palabra….

3) Esa hoja se guarda hasta el día siguiente, no se la lee.

4) Al siguiente se la lee, con un espíritu más relajado, en un momento tranquilo del día, se la rompe en pedacitos muy chiquitos o se la quema

5) Se vuelve a a escribir rápidamente una cuartilla con todos lo que se nos ocurre ahora , se guarda la hoja sin leerla

6) Al día siguiente se la lee y se la rompe o quema…se reflexiona sobre la misma y se vuelve a escribir en forma espontánea y rápida todo lo que aparece en la mente ahora….se repite el ejercicio día a día hasta que uno ya no tenga nada que escribir sobre el tema.

7) Se limpió un pensamiento erróneo de la mente.

OBSESIONES Y ANGUSTIAS


OBSESIONES Y ANGUSTIAS

Ignacio Larrañaga (El Arte de ser Feliz, Cap. 3)

Tú estás en tu habitación y, sin pedir permiso, entra en tu cuarto un enemigo y cierra la puerta. No puedes expulsar al intruso, ni tampoco puedes salir de tu habitación. Eso es la obsesión; es como tener que cohabitar con un ser extraño y molesto sin poder expulsarlo.

La persona que sufre de obsesión se siente dominada, se da cuenta de que la idea que le obsesiona es absurda, no tiene sentido, y de que se le ha instalado ahí sin motivo alguno. Pero, al mismo tiempo, se siente impotente para expulsarla y parece que, cuanto más se esfuerza por ahuyentarla, con más fuerza se le instala y se le fija.

La mayor desdicha que puede experimentar un hombre es la de sentirse interiormente vigilado por un gendarme, sin poder ser autónomo ni dueño de sí.

El pueblo, para manifestar la idea de obsesión, se expresa de la siguiente manera: “se le puso tal idea”. Aquella mujer vivió durante largos años cuidando solícitamente a su padre enfermo, después que éste murió, se le puso la idea de que no lo había cuidado con suficiente esmero mientras vivió. Ella tenía la conciencia clara de que este pensamiento era absurdo, pero no pudo eludir que la obsesión la dominara completamente.

Hay personas que, una vez acostadas, se les pone la idea de que no van a poder dormir esa noche. La idea les domina de tal manera que, efectivamente, no duermen.

Hay personas que cuando preparan el equipaje de un viaje abren la maleta cinco o seis veces para comprobar si metieron aquel objeto; personas que se levantan varias veces de la cama para comprobar si está bien cerrada la puerta; personas que pasan todo el día lavándose las manos una y otra vez… Se podrían multiplicar los ejemplos.

Existe la obsesión de la culpa, la del fracaso, la del miedo, la de la muerte, la de las diferentes manías.

Hay personas que son y están predispuestas a las obsesiones por su propia constitución genética. Basta que se les haga patente en su entorno un factor estimulante para que entren rápidamente en una crisis obsesiva.

El estado de obsesión depende también de los estados de ánimo: cuando un sujeto se halla en un estado altamente nervioso será presa de una crisis obsesiva mucho más fácilmente que cuando está relajado y tranquilo.

Hay tres cosas que andan danzando en una misma cuerda: la dispersión, la angustia y la obsesión. Ellas tres actúan entre sí como madres e hijas, como causa y efecto. Pero, muchas veces, no se sabe quién engendra a quién, quién es la madre y quién es la hija. Incluso sus funciones pueden ser alternadamente indistintas: la angustia genera obsesión, la obsesión, a su vez, engendra angustia y, de todas formas, la dispersión siempre engendra, o al menos favorece, ambos estados.

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Las obsesiones nacen casi siempre en un temible círculo vicioso: la vida agitada, las responsabilidades fuertes y un entorno vital estridente y subyugador.

Todo esto conduce a una desintegración de la unidad interior con una gran pérdida de energías, por lo que el cerebro tiene que acelerar la producción de energías con la consiguiente fatiga cerebral.

Esta fatiga cerebral deriva rápidamente en la fatiga mental. La fatiga mental, a su vez, no es otra cosa que debilidad mental. Y debilidad mental significa que todos los estímulos exteriores e interiores se te prenden y te dominan, y tú no puedes ser dueño de tus mundos interiores porque precisamente los pensamientos y las emociones más desagradables se apoderan y se instalan en ti, sin motivo ni razón, dominan sin contrapeso los mecanismos de tu libertad. Y aquello a lo que temes y a lo que resistes se te fija y te domina en la medida en que lo temes y te resistes.

Esto sucede porque los pensamientos obsesivos son más fuertes que tu mente que está muy débil. Y está débil tu mente porque tu cerebro está muy fatigado porque tiene que producir aceleradamente grandes cantidades de energías. Esto, a su vez, sucede porque necesitas reponer muchas energías debido a la dispersión y nerviosismo que hay en ti. Y, siendo la obsesión más fuerte que la mente, ésta acaba siendo derrotada por aquella. Y la mente, al sentirse dominada por la obsesión es incapaz de expulsarla, queda presa de una angustiosa ansiedad que deriva en una fatiga y una debilidad mentales cada vez mayores, y entonces la fuerza de la obsesión es mucho más considerable y te domina sin contrapeso.

Este es el infernal y temible círculo vicioso en el que, como dijimos, danzan al unísono la dispersión o nerviosismo, la angustia y la obsesión, llevando a muchas personas a agonías insufribles y abriéndose de esta manera las puertas al enemigo más peligroso: la obsesión.

¿Qué hacer? Ciertos fármacos, como los sedantes, pueden ayudar en situaciones de emergencia pero son simples lenitivos, no atacan la raíz del mal. Otras soluciones, como las drogas, alcohol u otras formas de evasión son puros engaños para empañar los ojos a fin de no ver al enemigo.

Pero el enemigo está dentro y hay que enfrentarlo con los ojos abiertos porque no hay manera de escaparse de uno mismo. Los remedios son de varias clases y están al alcance de todos, pero no tienen efectos instantáneos como los fármacos. Al contrario, exigen un paciente entrenamiento, producen una mejoría lenta, a veces con altibajos, pero una mejoría real porque aseguran el fortalecimiento mental.

El primer remedio consiste en no resistirse a la obsesión misma: todo lo que se resiste o se reprime, no sólo no se suprime sino que contraataca con mayor violencia. Resistirse mentalmente equivale a apretarse contra algo, y todo apretarse es angustiarse, sentirse angosto, apretado. La obsesión si se la dejara, dejaría de apretar y, simplemente y por sí misma, se esfumaría.

Repetimos: lo que se reprime, contraataca y domina. La represión aumenta, pues, el poder de la obsesión. Si se le dejara, ella misma iría perdiendo fuerza. Y dejar consiste en aceptar que ocurra aquello que se teme. Aceptar que no vas a dormir, aceptar que no vas a actuar brillantemente ante aquellas personas, aceptar que éstos o aquellos no te quieran, aceptar que hayan hablado mal de ti, no haber acertado en el proyecto… Sólo con este aceptar disminuirán muchas de tus obsesiones y algunas desaparecerán por completo.

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En segundo lugar, debes ir adquiriendo la capacidad de desligar la atención, de interrumpir a voluntad la actividad mental, desviando voluntariamente el curso del pensamiento y de las emociones.

Y eso se puede adquirir acostumbrándose a hacer el vacío mental, a suprimir momentáneamente la actividad pensante, a detener el motor de la mente. Con este vacío mental se ahorran muchas energías mentales; con este ahorro el cerebro, la mente descansa y se fortalece. De esta manera, tu mente llegará a ser más fuerte que tus obsesiones.

Y así, llegarás a ser capaz de ahuyentarlas de tus fronteras, alcanzando el pleno poder mental hasta llegar a ser tú el único árbitro de tus mundos. Para conseguir tan anhelados frutos necesitas dedicarte, sostenida y sistemáticamente, a la práctica intensiva de los ejercicios que encontrarás en el capítulo V. Los resultados irán viniendo lenta pero firmemente y, paulatinamente, irás logrando la tan deseada tranquilidad mental.

Las obsesiones, en algunos casos, desaparecerán completamente y quizá para siempre. Pero no les sucederá así a quienes por constitución genética son portadores de tendencias obsesivas. Éstos deberán permanecer atentos todo el tiempo porque en el momento en que se haga presente un estímulo exterior o les llegue una fuerte fatiga, pueden entrar, de nuevo, en crisis.

En resumen, la salvación no se te va a dar como un regalo de Navidad. Eres tu mismo quién debe salvarse a sí mismo. Y, recuerda, la libertad no es un don sino una conquista.

El arte de ser feliz. Ed. Paulinas. Lima, 2003