los actos obsesivos 1ªparte


En toda obsesión hay dos elementos: 1º Una idea que se impone al enfermo. 2º un estado emotivo asociado tal como la duda, el remordimiento o la cólera.
En muchas obsesiones es evidente que el estado emotivo es lo principal, puesto que persiste inalterado, variando, en cambio, la idea a él asociada. Así, un sujeto puede presentar remordimientos varios: de haber robado, de haber maltratado a sus hermanos, de haber fabricado moneda falsa, etc. Igualmente, las personas que dudan, dudan de muchas cosas a la vez sucesivamente. El estado emotivo permanece en estos casos invariable, mutándose, en cambio, la idea. En otros es ésta también fija, como el caso de una joven que profesaba un odio incomprensible a todas las criadas de la casa, cambiando, no obstante, de persona.
El psicoanálisis es de gran utilidad para estos pacientes.

Si usted presenta uno de estos síntomas, es el momento de consultar a un psicoanalista.

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autora:pilar rojas
     

Trastorno Obsesivo Compulsivo: Los Actos Obsesivos


      por: Pilar Rojas

     
Los actos obsesivos, que el sujeto se ve impelido a realizar sirvieron originariamente de alivio o de procedimientos protectores frente a las ideas obsesivas.

Actos en dos tiempos, cuya primera parte es anulada por la segunda, son típicos de la neurosis obsesiva. Naturalmente, son mal interpretados por el pensamiento consciente que tiende a racionalizarlos. Pero su verdadero significado está en la representación del conflicto entre dos impulsos antitéticos de aproximadamente igual magnitud, el amor y el odio hacia la misma persona.

Sabemos que un principio de enamoramiento es percibido muchas veces como odio, y que el amor que encuentra negada la satisfacción se torna fácilmente en odio, y los poetas nos aseguran que en estadios tempestuosos del enamoramiento pueden subsistir yuxtapuestos, como en una competición, ambos sentimientos contradictorios. Pero nos asombra encontrar una yuxtaposición crónica de amor y odio, muy intensos ambos y orientados hacia la misma persona.

Habríamos esperado que el amor hubiera dominado al odio o hubiese sido devorado por él. Pero el amor no ha podido extinguir el odio, sino tan sólo rechazarlo a lo inconsciente, instancia psíquica en la cual se encuentra a salvo de la acción de la consciencia y puede subsistir sin mengua alguna e incluso crecer. En tales circunstancias, el amor consciente suele alcanzar, a su vez, por reacción, especial intensidad para poder llevar a cabo constantemente y sin descanso la tarea de mantener en la represión a su contrario.

Si contra un amor intenso se alza un odio casi tan intenso como él, la consecuencia inmediata tiene que ser una parálisis parcial de la voluntad, una incapacidad de adoptar resolución alguna en cuanto a todos aquellos actos cuyo móvil haya de ser el amor. Pero, además, tal indecisión no permanece limitada por mucho tiempo a un solo grupo de actos. La indecisión se extiende paulatinamente a toda la actividad del sujeto. Con ello queda instaurado el régimen de la obsesión y de la duda, tal y como se nos muestra en la vida anímica de los neuróticos obsesivos.

La duda corresponde a la percepción interna de la indecisión que se apodera del sujeto, a consecuencia de la inhibición del amor por el odio, en cuanto el mismo se propone realizar algún acto. Duda, en realidad, de su propio amor, que debía ser para él subjetivamente, lo más seguro, y esta duda se difunde sobre todo lo demás, desplazándose preferentemente sobre lo más nimio e indiferente. Aquel que duda de su amor tiene que dudar de todo lo demás, menos importante.

El psicoanálisis es de gran utilidad para estos pacientes.

Si usted presenta uno de estos síntomas, es el momento de consultar a un psicoanalista.


"Comienzo a psicoanalizarme, no para curar ninguna  herida pasada, sino para vivir mejor los años futuros." Miguel Oscar Menassa


      Sobre el Autor

     
Pilar Rojas Martínez. Psicoanalista de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. Directora del Departamento de Medicina Psicosomática de Grupo Cero. Docente del Seminario de Medicina Psicosomática. Profesora del Departamento de Formación Empresarial Superior Grupo Cero. Médica Especialista en Reumatología y Medicina Familiar. Libros publicados:

- Psicoanálisis y Medicina. - Medicina Psicosomática I. Cuestiones preliminares.


     
(Articuloz SC #3489859)

              Fuente - http://www.articuloz.com/psicoanalisis-articulos/trastorno-obsesivo-compulsivo-los-actos-obsesivos-3489859.html

         

la ansiedad




El síntoma fundamental es la ansiedad, que es persistente en el tiempo (dura más de 6 meses) y generalizada, sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades (como el rendimiento laboral o escolar), no estando restringida a una situación en particular como en las fobias ni presentándose exclusivamente en forma de crisis, como en el caso de las Crisis de Pánico. El estado de ansiedad es casi permanente, oscilando levemente durante el transcurso del día y afectando la calidad del sueño.

La ansiedad esta asociada muy frecuentemente a preocupaciones excesivas (llamada expectación aprensiva). Por ejemplo: miedo a que algún familiar cercano o la misma persona que sufre este trastorno puedan tener un accidente, enfermarse o morir. A la persona le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación.

La ansiedad y preocupación se asocian a 3 o más de los siguientes síntomas:
• Nerviosismo, inquietud o impaciencia
• Fatigabilidad (cansancio) fácil
• Dificultad para concentrarse o poner la mente en blanco
• Irritabilidad
• Tensión muscular, temblor, cefalea (dolor de cabeza), movimiento de las piernas e incapacidad para relajarse
• Alteraciones del sueño: dificultad para conciliar o mantener el sueño o sensación al despertarse de sueño no reparador
• Sudoración, palpitaciones o taquicardia, problemas gastrointestinales, sequedad de boca, mareos, hiperventilación (aumento del número de respiraciones por minuto)

La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan un malestar significativo o deterioro en las relaciones familiares, sociales, laborales o de otras áreas importantes de la actividad de la persona.
Los síntomas de ansiedad en el Trastorno de Ansiedad Generalizada son constantes a diferencia de lo que ocurre en el Trastorno de Pánico donde la ansiedad-pánico aparece en forma paroxística tomando la forma de una Crisis de Pánico. La Crisis de Pánico no suele durar más de 30 minutos pero deja a quien la padece con mucho temor a presentar una nueva crisis. Este "miedo al miedo" se lo denomina "Ansiedad Anticipatoria" y puede confundírselo con un Trastorno de Ansiedad Generalizada.


El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es mucho más de lo que una persona normal con ansiedad experimenta en su vida diaria. Son preocupación y tensión crónicas aún cuando nada parece provocarlas. El padecer este trastorno significa anticipar siempre un desastre, frecuentemente preocupándose excesivamente por la salud, el dinero, la familia o el trabajo. Sin embargo, a veces, la raíz de la preocupación es difícil de localizar. El simple hecho de pensar en afrontar el día puede provocar ansiedad.




SISTEMAS COGNITVOS DEL ESTADO DE ANSIEDAD


Se refieren a pensamientos, ideas o imágenes de carácter subjetivo, así como a su influencia sobre las funciones superiores.
- preocupación
- miedo o temor
- inseguridad: persona con alta ansiedad, tiene pensamientos negativos
- aprensión: respuestas de miedo pero en términos físicos
- pensamientos negativos: inferioridad, incapacidad
- anticipación de peligro o amenaza
- dificultad para concentrarse
- dificultad para tomar decisiones
- sensación general de desorganización o perdida de control sobre el ambiente, acompañada por dificultad para pensar con claridad


SÍNTOMAS FISICOLOGICOS DEL ESTADO DE ANSIEDAD

Son consecuencia de la actividad de los diferentes sistemas orgánicos del cuerpo humano:
- síntomas cardiovasculares: palpitaciones, pulso rápido, tensión arterial elevada, accesos de calor...
- síntomas respiratorios: sensación de sofoco, ahogo, respiración rápida y superficial, opresión torácica.
- Síntomas gastrointestinales: vómitos, náuseas, diarrea, aerofagia, molestias digestivas.
- Síntomas genitourinarios: micciones frecuentes, enuresis, eyaculación precoz, frigidez, impotencia.
- Síntomas neuromusculares: tensión muscular, temblores hormigueo, dolor de cabeza tensional, fatiga excesiva.
- Síntomas neurovegetativos: sequedad de boca, sudoración excesiva, mareo y lipotimia.

SÍNTOMAS OBSERVABLES DEL ESTADO DE ANSIEDAD

Se refieren a comportamientos observables consecuencia de la actividad subjetiva y fisiológica:
- hiperactividad
- paralización motora
- movimientos repetitivos
- movimientos torpes y desorganizados
- tartamudeo y otras dificultades de expresión verbal
- conductas de evitación. Teoría de los dos factores de Mower.
En un principio la ansiedad es una emoción adaptativa, nos ayuda a adaptarnos al medio.
Si los síntomas de ansiedad se mantienen en el tiempo, pasarían a ser trastornos y ya no haría una conducta adaptativa. Y si el estimulo no es amenazante también seria un trastorno (fobias).



La ansiedad es una de esas emociones que hay que saber manejar porque son vividas como desagradables y pueden provocar conductas inapropiadas, especialmente cuando se producen ante contextos sociales (por ejemplo hablar en público) o ante situaciones que no entrañan ningún peligro (por ejemplo subir en ascensor, salir a la calle, etc.).

La Ansiedad consiste en un conjunto de sentimientos de miedo, inquietud, tensión, preocupación e inseguridad que experimentamos ante situaciones que consideramos amenazantes (tanto física como psicológicamente). Esto es, la “ansiedad”, incluye los siguientes componentes:

- Los pensamientos y las imágenes mentales atemorizantes (cognitivo)
- Las sensaciones físicas que se producen cuando estamos nerviosos o furiosos. (Fisiológico).
- Los comportamientos que son la consecuencia de la respuesta de ansiedad (conductual).

Lo peor que se puede hacer es intentar evitar esas situaciones en las que uno cree que podría suceder la crisis
Un síntoma anticipatorio suele ser una sensación repentina de pérdida de equilibrio, mareo o inestabilidad. En estas situaciones, es recomendable no fijar la atención en nuestro cuerpo y por el contrario, focalizarla hacia el exterior. Por ejemplo, dirigir la vista hacia algo lejano, intentando identificarlo, puede ayudar a recuperar o mantener el equilibrio.
Igualmente se puede hacer este mismo ejercicio con el resto de los sentidos, enfocándolos siempre hacia el exterior, nunca hacia nuestro cuerpo. Intentar identificar sonidos lejanos, coches, voces o cualquier otra cosa, puede ser un sistema válido para conseguir desenfocar nuestra atención del problema.

Hay que dedicar el tiempo que sea necesario para conseguir relajarse. Una vez se ha logrado evitar o aminorar la situación de crisis, no está de más siempre gratificarnos con alguna pequeña satisfacción. A fin de cuentas la correcta realización de estas instrucciones, requiere un cierto entrenamiento y conseguir el resultado adecuado, es un logro que nos aproxima hacia el control futuro de nuestro cuerpo y por tanto a la solución del problema.

Cuanto más se evita hacer frente a una situación desagradable, más fuerte se hace ésta y más débil se encuentra ante ella la persona, que va perdiendo confianza en sí misma. Así, los problemas no sólo no disminuyen, sino que van en aumento.
Practique diariamente y de forma regular y prolongada. Haga frente a esas situaciones difíciles por lo menos una vez al día hasta que la ansiedad desaparezca. Cuanto más practique más rápido será el progreso.

El ejercicio adecuado nos ayuda a una tonificación muscular, evitando tanto la rigidez como el exceso de activación del sistema nervioso, propiciando un sano cansancio que favorece el sueño reparador y calma el exceso de cavilaciones y rumiaciones.
Si nuestro estado físico es lamentable (tenemos síntomas como mareos, vértigos, nauseas) y no podemos tolerar un ejercicio intenso, se puede optar por repartirlo en fragmentos pequeños a lo largo de día y partir de un ritmo muy suave hasta ganar un bienestar suficiente para abordar esfuerzos de mayor enjundia.
Un grado elevado de ansiedad influye para que el momento de conciliar el sueño sea más dificultoso porque aparecen en la mente ráfagas de pensamientos que nos desvelan o bien nos dedicamos en el momento que nos tocaría descansar a torturarnos con pesados exámenes de conciencia y arduos preparativos para el día siguiente. El resultado es que robamos tiempo al sueño porque nuestro estado es demasiado frágil como para soportar estas provocaciones.

La persona ansiosa puede torturarse con facilidad por el hecho de que si le cuesta dormirse tendrá dificultades para estar despejada al día siguiente y se atormenta ante la idea de que se aproxima la hora del despertar. Es mejor en esta circunstancia considerar que si uno tiene que dormir unas pocas horas es mejor aceptarlo que no por culpa de empeñarse, protestar o quejarse dormir todavía menos. Ni su estado el día siguiente será tan lamentable ni cabe pensar -a no ser que se obsesione con que el proceso se repita fatídicamente- que en los días posteriores su propio organismo luchará por recuperarse.
Ante una situación de estrés se impone una cierta rebaja de nuestras aspiraciones. No podemos forzar la marcha para que quepan más cosas en el mismo periodo de tiempo, y hay que seleccionar con criterios de relevancia, intentando delegar o aplazar el resto.
Aunque logremos disminuir la cantidad podemos estar tan acelerados que vayamos con la mismas prisas y celeridad de cuando nos afanábamos, dejando huecos de repentina inactividad como quien devora en un visto y no visto el alimento que hay en el plato y se pasa el resto de la comida nervioso esperando a que los demás acaben.
Desacelerar significa lentificar todos nuestros movimientos forzando una ``velocidad de paseo'', apostando por regodearnos con la perfección y pulimento de lo que llevamos entre manos (por ejemplo, escribir con muy buena letra, seleccionar las palabras, ampliar las frases entrando en detalles y consideraciones, repasar los trabajos o introducir pequeñas mejoras creativas).

El momento para desacelerar no es cuando estamos a punto de atropellarnos con nuestra propia prisa, sino el inicio del día. Es importante comenzar la jornada con un margen de tiempo, hacer de las rutinas de higiene y desayuno el momento más entretenido y agradable, unas mini vacaciones con las cuales inducir a nuestro sistema nervioso un pulso sereno desde el que abordar las actividades y así adquirir el punto de vista del que acepta las cosas como vienen, dando la mejor respuesta que conoce y no desde el que es víctima desquiciada del desorden natural de las cosas.
Tan importante como los que nos espera cuando lleguemos es que nos llegue sin que lo esperemos de forma expectante y descoyuntada. Especialmente decisivo para el logro de la desaceleración es la forma de viajar, trasladarse y esperar. Son en esos tránsitos en los que se puede evitar el mal posterior, y por lo tanto es muy aconsejable el arte de distraerse y regodearse con pensamientos y ocupaciones placenteros en esos aparentemente despreciables momentos de paso.

Las sensaciones de vacío hay que llenarlas con algo que nos ayude a no agonizar frente a ese fisura insoportable, atendiendo con esmero a lo que nos rodea observando bien donde estoy, como es la persona con la que estoy, jugando a crear algo divertido, entretenido y relajado para ofrecer goce al tiempo que pasa y que así transcurrir se convierta en un vivir.

Las actividades manuales son muy convenientes para las personas que tienen angustias y preocupaciones intelectuales. Las aficiones artísticas y de bricolaje nos hacen entrar en contacto con los objetos sencillos y nos dulcifican, haciendo que hundamos nuestras raíces en la realidad. El disfrutar de la naturaleza tiene similar efecto benéfico.
Aumentar la vida social, vincularse, participar en las conversaciones, reuniones informales y cultivar la amistad, son ideas positivas y loables por sí mismas y no deben dejarse de lado pensando que el ``retiro'' y el aislamiento nos tranquilizarán más (la idea del balneario en una montaña perdida).
Efectivamente existe una forma de relajación que es simplificar (tumbarse, no ver a nadie, no hacer nada, aturdirse con cosas que no nos compliquen la vida) y existe otra forma de relajación que proviene de la satisfacción y del ánimo, de habernos molestado en hacer algo con cierta calidad, habiéndonos interesado por los demás y por el mundo externo (la idea de que el mundo que nos rodea es un balneario).
Particularmente conviene calmarse mediante el vínculo con lo afectivo, con el contacto vitalizador con las personas a nuestro alrededor, desde el vecino hasta nuestra pareja o familia

La diversión de la mente consciente es la llave para conseguir liberarse con éxito de la ansiedad. Cuando no está haciendo nada, usted está desocupando su mente. Hacer esto le da a usted tiempo y a su mente el recurso para concentrarse en sus pensamientos y sensaciones de ansiedad. Esto se lleva a cabo inconscientemente.
Cuando tenga tiempo disponible, ocúpelo haciendo actividades que desvíen aquellos pensamientos usted es consciente de su ansiedad todo el tiempo, quítese ese conocimiento centrándose en otra cosa y eso ¡eliminará la Ansiedad!

La solución más efectiva para un problema de ansiedad o estrés es encontrar y abordar su causa, aunque infortunadamente esto no siempre es posible. El primer paso consiste en hacer un inventario de los factores que usted piensa que podrían estar ocasionando el "exceso de estrés":
• ¿Qué situación es la que le ocasiona mayor preocupación?
• ¿Piensa en algo constantemente?
• ¿Existe algo en particular que esté ocasionando tristeza o depresión?
• Lleve un diario de las experiencias y pensamientos que parecen estar relacionados con la ansiedad. ¿Sus pensamientos le están agregando ansiedad en estas situaciones?

Un trastorno de ansiedad puede hacer que se sienta ansioso casi todo el tiempo sin ninguna causa aparente. O las sensaciones de ansiedad pueden ser tan incómodas que, para evitarlas, usted hasta suspenda algunas de sus actividades diarias. O usted puede sufrir ataques ocasionales de ansiedad tan intensos que lo aterrorizan e inmovilizan.
La ansiedad es una respuesta automática que se produce en nuestro cerebro más primitivo y en el sistema límbico al reconocer la existencia de un peligro inminente. Lógicamente, podemos observar que los animales huyen del peligro o lo evitan.
Esa es la principal característica de la ansiedad, evitamos las situaciones riesgosas. Huída o evitación son los síntomas típicos de la ansiedad.
Muchos psiquiatras coinciden en que cierto grado de ansiedad es bueno y hasta necesario porque ayuda a formar el carácter de la persona, refuerza la creatividad y amplía el conocimiento ante las posibilidades que ofrece la vida.
Generalmente, son las circunstancias de la vida las que van disponiendo de la experiencia que hace aprender a temer situaciones, personas, animales o circunstancias relacionadas con peligros reales. Así, no es de extrañar que nos acerquemos con cautela a una calle transitada cuando hemos sufrido algún percance en otra calle transitada. También puede ocurrir que ni siquiera hayamos experimentado nosotros el peligro para conducirnos con cautela. El hecho de tener noticias de que alguien ha sufrido un accidente al cruzar una calle, por ejemplo, puede ser suficiente para que tengamos cierto miedo a cruzar una calle transitada. Esto denota la gran capacidad que tenemos los seres humanos para aprender
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El paciente tiene que entender que la lucha contra la ansiedad, con los sentimientos y pensamientos que lleva asociados su tremendo esfuerzo, está marcando la dirección de su vida, en lugar de sus aspiraciones, objetivos y valores que le llevarían a ser más feliz. Cuando el paciente se ha colocado en posición de luchar por sus valores, pese a sus problemas, ha aceptado la filosofía de la técnica básica de la desensibilización, que consiste en enfrentarse a las situaciones temidas sin dar las conductas de evitación. De todas formas, la terapia de aceptación y compromiso establece técnicas adicionales para asegurar que el paciente ha comprendido la filosofía de la exposición y que colabora voluntaria y plenamente en ella.
Sabemos que cuando se hace la exposición al estímulo temido sin dar respuestas de evitación o de huida, se produce un proceso de habituación y, con el tiempo y la perseverancia, la ansiedad se hace tolerable y disminuye hasta llegar a desaparecer.

Sin embargo, la Terapia de Aceptación y Compromiso avisa que plantear de entrada este proceso al paciente puede llevarle a considerarlo como el truquillo que estaba buscando para solucionar el problema en lugar de un cambio profundo en su filosofía para enfrentar la vida. Por eso hay que dejar bien claro que no se trata de un método para controlar la ansiedad, sino una forma de potenciar un fenómeno que ocurre como resultado de la ley fisiológica: la de la habituación, y que lo funciona sin intervención voluntaria nuestra.
la técnica de afrontamiento de la ansiedad que ha demostrado de forma más fehaciente su eficacia se llamaba desensibilización sistemática y de ella tomó su nombre la fase que aquí describimos.

Sin embargo, en el proceso de avance de la terapia cognitivo conductual se han ido matizando los elementos que hacían que esa técnica funcionase y se ha demostrado que lo fundamental es la exposición a los estímulos temidos. Por eso se actualmente se utiliza menos la palabra desensibilización y más la de exposición. En el presente trabajo se han utilizado ambos términos de manera indistinta y generalmente como equivalentes, porque la descripción de la fase y las técnicas que hace Van Riper tienen actualmente una vigencia total y se ha preferido conservar el término que él empleó.

El proceso de exposición o desensibilización consiste en que la persona se exponga al estímulo temido sin que dé las conductas de evitación, huida o lucha. Cuando se hace así de forma sistemática, se da la habituación, junto con la extinción de las conductas de evitación, entonces la ansiedad disminuye y se afrontan las situaciones con tranquilidad creciente.
Hay muchos ejemplos en la vida cotidiana que nos dan una idea de cómo es este proceso. Uno de ellos, porque es muy común, es cuando aprende a nadar alguien que tiene miedo al agua. Puede estudiar muchos manuales, estudiar muchos estilos, pero si finalmente no se va exponiendo al agua, mojándose y metiéndose en la piscina, yendo paulatinamente hacia donde le cubre y teme más poderse ahogar, no conseguirá nada. Al principio, cuando vaya avanzando lo pasará mal, pero finalmente, con tiempo y perseverancia, conseguirá disfrutar del baño. Existe otro método para perder el miedo a nadar y es tirarse a la piscina directamente donde cubre, de esta forma se consigue rápidamente perder el miedo, pero siempre y cuando se haga con un cierto conocimiento de nadar y un socorrista cerca que den las suficientes garantías de que no va a pasar nada.
Aunque hay distintas visiones sobre el mecanismo que funciona en el proceso de exposición o desensibilización, la teoría más aceptada es que se da un fenómeno de habituación por el que nos acostumbramos a la ansiedad y dejamos de sentir las sensaciones asociadas a ella, al no dar respuestas de evitación. Otra visión es que la excitación que está en la base de la ansiedad desaparece porque pierde su funcionalidad al no luchar ni huir. Otra visión más, se basa en la extinción de la ansiedad como conducta de preparación para las acciones de evitar, al no realizarlas. Otra visión adicional es que la desensibilización y la exposición están basadas en el contra condicionamiento, que consiste en lograr que aparezca una nueva respuesta en lugar de la ansiedad en las situaciones temidas. En realidad todas las visiones son complementarias y dan cumplida cuenta del proceso que se sigue.

Una metáfora proveniente de la Terapia de Aceptación y Compromiso compara a la ansiedad con un monstruo que vive y se alimenta de adrenalina. Cuando algo nos avisa que hay un peligro, como entrar en una escalera mucho más empinada de lo esperado, realizamos una descarga automática de adrenalina y el monstruo que estaba dormido se despierta y logra que de forma automática nos agarremos a la barandilla y nos ayuda a no caernos. Nos damos cuenta de que tenemos el monstruo dentro y que se ha quedado, porque mientras digiere la adrenalina está fuerte ya que todavía le queda alimento para vivir. Cuando pasa el tiempo sin que veamos un nuevo peligro el cuerpo recupera su nivel normal de adrenalina y el monstruo se hiberna, porque no tiene suficiente alimento. Cuando es el propio monstruo el que nos da miedo y lo queremos echar del cuerpo, y luchamos para que desaparezca de inmediato, volvemos a hacer otra descarga de adrenalina para poder hacer el esfuerzo de luchar contra él. El monstruo, encantado porque tiene más alimento, crece y se hace más amenazador, nos dice que va a comernos el cerebro, que nos va a dañar el corazón, y la garganta nos la va a paralizar para siempre. Si aceptamos al monstruo en nuestro cuerpo y no hacemos nada para que se vaya, dejaremos de darle alimento y el monstruo morirá de inanición. Siempre viviremos el riesgo de que no se vaya, porque no estamos haciendo nada para conseguirlo. Tendremos que acostumbrarnos a escucharle decir "¿y si no me voy y te da un ataque al corazón o te vuelves loco, o se te bloquea la garganta para siempre?" y, tendremos que no hacer nada de lo que implícitamente dice, "¡lucha!, ¡huye!" pese al miedo que sentimos. En el tartamudeo atisbar una palabra difícil o una sensación de que no se va a poder hablar, dispara la adrenalina y se comienza la lucha para evitar o salir del bloqueo. Cuando se ha salido, la propia excitación avisa de que se está en una situación peligrosa y dice que hay que seguir la lucha. Aprender a no hacerlo es el objetivo de la desensibilización.
Como en todo proceso de habituación es imprescindible que los sucesos se repitan durante mucho tiempo para que se dé. Todos sabemos que los hombres somos capaces de habituarnos a las condiciones de vida más difíciles, solamente necesitamos tiempo y querer hacerlo, es decir, exponernos a ellas sin huir.

Formas de realizar la desensibilización

En la terapia cognitivo conductual se distinguen diversas formas de hacer la exposición.
Exposición en la imaginación, es decir, imaginando las situaciones que producen ansiedad y manteniéndolas en la mente de manera constante hasta que se produce un cambio en la sensación. Este tipo de exposición se hace muy a menudo de forma paulatina, empezando por aquellas situaciones que producen poca ansiedad, y se unen las imágenes a la relajación. Cuando se hace de tal manera que es posible llegar a imaginar la situación mientras se está relajado y se asocian las imágenes y pensamientos a sentimientos de relajación, en lugar de a la ansiedad; se conoce como desensibilización sistemática. Es el primer método que se demostró empíricamente que era eficaz con los miedos ya en los años sesenta del siglo veinte.
Generalmente se intenta hacer la exposición de forma gradual, es decir, se van enfrentando las situaciones por orden de dificultad, empezando por las más fáciles. En este caso se conoce el proceso como desensibilización. Se va luego aumentando la dificultad hasta alcanzar las situaciones que producen los niveles mayores de ansiedad. Por la misma razón que se ha argumentado sobre la exposición en vivo, la graduación es posible en la consulta o en las sesiones de terapia de grupo, pero en la realidad las situaciones se presentan de forma aleatoria y pueden aparecer de pronto situaciones muy difíciles para las que todavía no se está preparado; pero que se tienen que afrontar obligatoriamente. En ese caso es preciso tener claro que aunque se evite o se salga de la situación como se pueda, no se puede interpretar como un fracaso o un retroceso, sino que es preciso considerar que esas situaciones se podrán enfrentar en un futuro. Muchas veces es preciso atacar directamente las situaciones de más alta ansiedad de forma directa, sin empezar con otras más fáciles.
Cuando la exposición se realiza sobre el estímulo más temido y se potencia la aparición inicial de sentimientos de ansiedad muy fuertes se está empleando una modalidad de exposición que se conoce como inundación.

Los componentes de la ansiedad.

Una metáfora que explica el significado de la exposición, es la de hacerse amigo de la ansiedad. Para hacerse amigo de una persona hay que cultivar su amistad, es decir, dedicarla tiempo, conocerla, no rechazarla, dejarla que llegue a nosotros y que se muestre tal y como es, con todas sus capacidades, para ello tenemos que dejarle la libertad de realizar sus deseos y que campe por sus respetos, que pueda mostrarse plenamente como es, sin ponerle cortapisas en su acción, conocer que quiere hacernos, que es realmente capaz de realizar y dejárselo hacer. Como elemento muy importante del conocimiento de los amigos está saber lo que dicen que hacen y distinguirlo de aquello que hacen realmente, los hay que son un poco faroleros y cumplen aquello de que "del dicho al hecho hay mucho trecho". La ansiedad es catastrofista, pero sus negras predicciones no siempre se cumplen.
La ansiedad como toda respuesta humana se puede contemplar desde los distintos ángulos que se consideran clásicamente en psicología, el cognitivo, el conductual y el emocional. Hay que aclarar que no se trata de componentes independientes, sino de distintos puntos de vista del mismo fenómeno. Por eso, si se comienza estudiando las cogniciones, es decir, los pensamientos, se verá que se asocian a emociones y sensaciones y que ambos, pensamientos y emociones, tienen la misión de favorecer la emisión de las conductas. Si se observa el proceso desde la conducta se ve que se tiene que dar una preparación emocional y cognitiva para realizarla y si se hace desde el punto de vista emocional se comprueba que las emociones son preparaciones para actuar que conllevan asociados pensamientos y sensaciones.

El componente cognitivo: Los pensamientos automáticos
El componente cognitivo de la ansiedad en el lo constituyen los pensamientos de que se aproxima la catástrofe y que es necesario hacer cualquier cosa para evitarla.

La cualidad de estos pensamientos es que no son ni explícitos ni nítidos ni completos. Esta falta de claridad se debe, en parte, al proceso de automatización que empleamos los humanos cuando pensamos. Ya que cuando hemos tenido un pensamiento muchas veces, cada vez vamos resumiendo más y más su contenido, para ir ahorrando tiempo y energía. En este proceso llegamos a dejarlo en una frase, un sonido o una imagen que producen el mismo efecto que el pensamiento completo y cumple su función de prepararnos a actuar; finalmente puede llegar a automatizarse del todo y no nos damos cuenta de que lo hemos pensado, salvo por la sensación que nos aparece sin que hayamos sido conscientes de ningún pensamiento.

Para desactivar los pensamientos automáticos, es preciso primeramente identificarlos. Normalmente basta fijarse en la sensación que producen y preguntarse que nos quiere decir, la respuesta va siendo el pensamiento original.
Cuando se ha obtenido el pensamiento completo se puede hacer un primer análisis de contenido para saber si es lógico o no y si responde o no a la realidad actual. Beck (1975) fue el descubridor de la importancia de los pensamientos automáticos y creó la terapia cognitiva, que tiene como base el análisis lógico de los pensamientos automáticos. Beck, realiza un análisis de su contenido, partiendo del punto de vista de que la patología se desarrolla debido a los pensamientos ilógicos o erróneos y que basta cambiarlos por otros verdaderos y lógicos para que se dé la mejora.

En la práctica clínica se encuentran casos en los que el pensamiento automático es ilógico y se puede cambiar acudiendo solamente al análisis de su contenido, son esquemas automatizados que se mantienen exclusivamente por su característica de ser inconscientes y basta hacerlos explícitos para que se desactiven; pero por desgracia no todos los pensamientos automáticos que queremos cambiar son ilógicos y, aunque lo fuesen, muchas veces somos conscientes de que no tienen sentido, pero no por ello desaparecen.

La Terapia de Aceptación y Compromiso considera los pensamientos como conductas asociadas a nuestro comportamiento cotidiano y señala con acierto que están también sujetos a las leyes del condicionamiento. Por eso los pensamientos irracionales pueden mantenerse por sus contingencias de reforzamiento, es decir, porque nos sirven para evitar o están reforzados por nuestra conducta, y se mantienen por ello y no solo por su lógica interna.
Para desactivar la literalidad del lenguaje hay que distinguir dos partes en el pensamiento emocional. Una parte es una predicción catastrofista del futuro que nos espera, que nos suele dar mucho miedo, ejemplo, es que el otro va a aburrirse o a sentir pena. Esta parte puede ser razonable y probable, pero no es un hecho y nadie asegura que el otro esté sintiéndose mal. La segunda parte del pensamiento nos dice como debemos comportarnos para evitar el sufrimiento ante el hecho cierto del rechazo, en el ejemplo, cortar la conversación e irnos. Cuando seguimos estas indicaciones es cuando estamos creyendo en su literalidad y cuando lo convertimos en realidad.

Por eso el pensamiento de que se va a producir un fracaso genera por sí mismo ansiedad, aunque se tenga en la soledad del dormitorio, porque reaccionamos al pensamiento como si lo que nos dice hubiera ocurrido ya o fuera a ocurrir de inmediato.
En la Terapia de Aceptación y Compromiso se emplea la metáfora del autobús para describir la función de los pensamientos:
En la vida vamos conduciendo un autobús por la carretera que lleva hacia nuestras metas y con el motor de nuestros valores. Llevamos unos pasajeros revoltosos, que son nuestros pensamientos, sentimientos y emociones.
Todos ellos son catastrofistas: "si sigues ese camino vas a sufrir mucho", "te vas a estrellar", "vas a tener un accidente", "te vas a atascar", "se van a reír de ti". Y además nos dicen implícitamente: "tuerce ya", "haz lo que sea para evitarlo".

Tenemos varias alternativas:

1. Discutir y decirle que se calle. Como ya se ha mencionado, no se puede dejar de pensar en algo, es decir, no podemos callar el pensamiento, y, además, podemos perder de vista nuestra carretera y tener un accidente o chocar.
2. Hacerle caso y torcer. Pero no llegaremos nunca a donde queremos ir.
3. Escuchar su amenaza pacientemente y no hacerle caso a las acciones que nos propone para evitarla, es decir, no torcer. No podemos dejar de escucharle porque chilla mucho, pero se trata de seguir conduciendo por la carretera por la que queremos ir. De esta forma nos habituaremos a la ansiedad que nos provoca su amenaza. Finalmente, si durante mucho rato no le hacemos caso, el pasajero molesto se sentará tranquilo en el fondo del autobús, aunque de vez en cuando volverá a darnos la lata.
Cuando se analizan los pensamientos asociados a la ansiedad se pueden distinguir los dos componentes mencionados. Por una parte el pensamiento adelanta para el sujeto una catástrofe que es posible, e incluso probable que se dé. Por ejemplo "te vas a bloquear", "vas a parecer impresentable", etc. Existe otro componente, a veces no tan claramente expresado, que le propone hacer algo, o dejar de hacerlo, para evitar el desastre, por ejemplo, "busca otra palabra", "esfuérzate al máximo", "date prisa", etc. o "cállate", "no vayas", "vete", etc. En el proceso de automatización se suele obviar, por considerarla lógica, y de deducción obligada, una de las partes y por ello es más difícil hacerla explícita, es decir, si se le pregunta por la sensación que tiene puede decir "voy a parecer impresentable"; pero también está pensando en evitarlo a toda costa; o puede sentir "tengo que esforzarme a lo bruto" e implícitamente está pensando que va a hacer el ridículo.

Una de las reacciones del sujeto ante este tipo de pensamientos, encarnados en una sensación, es evitarlos, echarlos de la cabeza y del cuerpo, intentar distraerse en otras cosas. Otra reacción lógica es discutir la realidad del contenido, diciéndose que es mentira que no se va a dar tal catástrofe, que no siempre ocurre, que no tiene por qué; pero con esta discusión no se va la ansiedad ni las sensaciones y la lucha tiene que continuar.
La lucha y el intento de control de los pensamientos asociados a la ansiedad producen la reacción paradójica de aumentar su probabilidad, de forma que cuanto más queremos echarlos más aparecen; cuando no queremos pensar en ellos, ahí están; cuando decimos "¡qué bien! hace dos horas que no pienso en ello", el pensamiento se hace presente.

El afrontamiento de estos pensamientos se puede hacer a través de la exposición; que se realiza, lógicamente en la imaginación. Se trata de escuchar su predicción, pero sin hacerles caso en la acción que nos sugiere. Tenemos que aceptar la posibilidad de que la catástrofe que predicen sea cierta, arriesgándonos a no hacer nada para evitarla. De esta forma llegaremos a la habituación y el pensamiento dejará de producirnos ansiedad. Entonces se convierte en un pensamiento menos importante, pierde su literalidad, porque lo que predice no se cumple siempre, y podremos continuar nuestra vida pensando, además, en otras cosas más rentables y menos ansiógenas.

Las sensaciones físicas

Asociadas a la ansiedad aparecen sensaciones físicas concretas, por ejemplo presión en el pecho, tensión en manos o piernas, bola en el estómago, nudo en la garganta, etc. En el caso del tartamudeo muchas de ellas son parte de la reacción que se tiene para esforzarse en hablar. Son sensaciones desagradables y por eso tendemos a ignorarlas y a intentar quitárnoslas. Aparecen entonces cadenas de respuestas. Por ejemplo, si sentimos un nudo en el estómago podemos tensarlo y cortar la respiración para dejar de sentirlo. Se establece de esta forma una serie de sensaciones físicas que por una parte son reacciones ante la ansiedad, pero por otra son ansiógenas en sí mismas, por eso puede ser muy importante desensibilizarlas. La técnica de aceptación de sensaciones (García Higuera, 1992) nos será de gran utilidad para este fin. La experiencia de cómo nos habituamos a una sensación física desagradable puede ser un buen elemento para comenzar a tener la confianza necesaria para realizar las exposiciones.
En el Anexo se expone con detalle un conjunto de instrucciones que se pueden dar en un ejercicio para enseñar el proceso de aceptación de sensaciones.
Sensaciones emocionales

Asociadas a la ansiedad existe también otro tipo de sensaciones con un componente físico, que se encarnan en el cuerpo, pero de una forma más indefinida, más difusa y más general. Son sensaciones globales que nos dan una idea de nuestro estado general y en este sentido están por debajo o por encima de las sensaciones físicas mencionadas en el apartado anterior. Están relacionadas con la actitud como preparación a la acción. Se pueden tratar, desde un punto de vista experiencial por medio del focusing.

El focusing es una técnica que auxilia en la aclaración, aceptación y modificación de estas sensaciones. Tiene un componente de exposición a la sensación potenciando que se la acepte y, además, propone que se interprete lo que quiere decirnos. Utilizando esta técnica podemos relacionarnos con este tipo de sensación con dos características sin dar ninguna conducta de evitación, y analizando los pensamientos que están detrás, pero siempre sin discusión y dejando que la sensación evolucione, es decir, descubrimos también el pensamiento automático que está debajo de ella. Este proceso nos llevará a entender nuestros sentimientos y también habituarnos a ellos sin tener que hacer nada para quitárnoslos.

Cuando estamos ante un problema y ya hemos pensado en él y hemos intentado resolverlo, con éxito o no, nos deja una sensación general, que se llama sensación sentida.

1. El primer paso es hacer un lugar para sentir, dejando a un lado los pensamientos y la racionalidad dándonos cuenta de lo que sentimos.

2. Se trata de identificar la sensación que está por encima (o por debajo) de todas las sensaciones físicas, las engloba a todas y las uniformiza marcándonos un sentimiento único.
Es como la sensación que va más allá que las sensaciones físicas concretas que tenemos, es más general que ellas, con menos ubicación corporal, aunque muchas veces se sienta en el centro del cuerpo, otras se siente en la cabeza, y la mayoría en ningún lugar determinado.

3. Una vez sentida, se trata de conseguir un medio para anclarla, para relacionarnos con ella, puede ser una palabra, una frase, una imagen, un sonido, etc. Cuando no se nos ocurre dejamos nuestra mente libre y pronto acudirá a ella lo que nos evoca la sensación. Lo probamos y chequeamos, y poco a poco podremos irlo concretando y enfocando con más detalle.

4. Después se la deja resonar, es decir, repetimos y mantenemos aquello que la evoca y la dejamos evolucionar hasta que cambie la sensación libremente.

5. Esperamos a que se produzca el cambio, que lo hará indefectiblemente. Lo notaremos en un cambio de la sensación sentida. Puede tardar unos minutos o mucho más tiempo, es cuestión de paciencia.

6. Identificamos nuestra nueva sensación sentida y nos relacionamos de nuevo con ella.

7. Antes de resonar de nuevo, paramos y nos tomamos conciencia de los cambios que han ocurrido y que significan las variaciones que hemos experimentado.

Es un ejercicio muy útil para saber qué emociones y qué sentimientos ha despertado una situación pasada, de bloqueo o traumática, o simplemente la sensación que se tiene casi constantemente cuando se va a hablar o simplemente a pensar en ello. También se puede aplicar para identificar y aceptar las emociones que despiertan en nosotros una situación que tenemos que enfrentar en el futuro. Este tipo de sensaciones se tratarán con más detalle en el apartado de la ansiedad anticipatoria.

Para escapar de la “trampa de ansiedad” en la que se encuentra, Debes adquirir un comportamiento nuevo, no ansioso, que se almacena en el tejido cerebral como caminos neurales y que son desencadenados por la Amígdala, un pequeño órgano en el centro del cerebro. Estos caminos neurales son los que almacenan los recuerdos y los hábitos, tanto buenos como malos. El comportamiento ansioso es un hábito, controlado por la mente subconsciente pero capaz de reaccionar a estímulos conscientes. Eliminar el “hábito de ansiedad” es exactamente lo mismo que eliminar cualquier otro mal hábito o costumbre... deje de hacerlo durante un tiempo suficiente y “la fuerza del hábito” ¡se retirará! Cuando aprendía a conducir, al principio le parecía extraño y probablemente pensaba que nunca llegaría a controlarlo. Hacía crujir las marchas, no acertaba a la hora de pisar el embrague y cambiar la marcha... pero al final se volvió instintivo, el Subconsciente se hizo cargo.

La ansiedad es exactamente lo mismo. Ha acumulado capas para aprender que la ansiedad es un comportamiento adecuado y ahora perpetua ese comportamiento
Concentrándose en las sensaciones y los pensamientos que la ansiedad trae consigo. Usted busca respuestas constantemente, visita al médico y evita las situaciones que producen ansiedad...
¡Usted LE DA PODER a su ansiedad! Si ahora yo le dijera que desaprendiera a conducir, por ejemplo, le
Parecería imposible, ¿verdad? Porque seguramente usted se vaya y no conduzca durante seis meses, pero aún seguiría siendo capaz de imaginar el conducir y ver gente conduciendo, así que el “conducir” continuaría siendo normal. Después de los seis meses, usted podría subir a un coche y, aunque quizás le resultara un poco raro al principio, acabaría conduciendo el coche.
Si le dijera ahora que durante 12 meses, donde quiera que vaya y con quien quiera, usted tuviera que conducir una carretilla elevadora y que no puede entrar, conducir y ni siquiera ver un coche, su cerebro construiría nuevos caminos neuronales para este Nuevo comportamiento, usted enterraría el “hábito” de conducir profundamente en su subconsciente. Después de esto, le resultaría Muy difícil volver a su coche.
Finalmente, por supuesto, retrocedería a su capacidad de conducir su coche porque la memoria almacenada volvería a ser reactivada. La eliminación de cualquier costumbre o hábito se lleva a cabo evitando hacer nada asociado con ese mal hábito... tiene mucho Sentido.

Mantener la calma

Normalmente, no somos conscientes de ejercer ningún control sobre nuestra atención. Las cosas que pasan "nos llaman la atención", es decir, solemos tener nuestra "facultad de darnos cuenta" disponible para que cualquier estimulo que sobresalga un poco sobre los demás la atraiga o se la lleve. Esta es la atención difusa, muy útil para escanear el entorno en previsión de posibles anormalidades o peligros. Cuando los estímulos son demasiados y nuestra atención salta continuamente entre ellos, sin quedarse con ninguno, tenemos la atención dispersa. Mucha gente vive en perpetuo estado de atención dispersa, no sólo por todas las cosas interesantes que pasan a su alrededor sino, sobre todo, por que se dejan llevar por toda la actividad interna de su mente, llena de imágenes, recuerdos, pensamientos, preocupaciones y ocurrencias. En su expresión máxima, es lo que se llama "ornitofrenia", tener la cabeza llena de pajaritos o tener la cabeza a pájaros. Gracias a la insistencia de nuestros profesores, todos hemos aprendido en la escuela a focalizar la atención, es decir, a fijarla en algo concreto, como en una lección o en la resolución de un problema de matemáticas. No distraerse quiere decir no hacer caso de todos los demás estímulos, y mantener nuestra atención concentrada en lo que estamos haciendo. La atención así focalizada tiene una finalidad, sea enterarnos de lo que nos dicen, sea resolver un problema de cálculo o, en general, conseguir el resultado que nos proponemos. Por eso se llama "atención concentrada activa" o, más simplemente, concentración activa. Cuando la concentración activa se mantiene mucho tiempo, o con mucha intensidad, se empiezan a disparar las zonas cerebrales que sustentan la respuesta de estrés. De hecho, una de las razones por las que tenemos hiperactivo el sistema del estrés es porque nuestra educación nos ha obligado a hacer un gran uso de la concentración activa.
El estado de atención que vas a aprender y practicar ahora para activar el sistema de la calma se llama "concentración pasiva". Es concentración porque tienes que focalizar la atención en algo, y es pasiva porque, al contrario de la activa, no se persigue con ella ningún fin determinado, ni se pretende conseguir nada, ni llegar a ningún resultado. Normalmente no practicamos este tipo de atención porque, ¿para que vamos a hacer el esfuerzo de concentrarnos para nada?. Bueno, ahora vas a practicarla porque quieres desarrollar tu capacidad de mantener la calma, pero antes déjame que te explique una paradoja de la técnica:
No es posible producir un estado de calma aposta, no en el mismo sentido en el que si es posible levantar una silla o rascarte la cabeza cuando quieras. El estado de calma es la consecuencia de la activación de determinadas zonas cerebrales, y, por mucho que nos empeñemos, no podemos conseguir que esas zonas se enciendan a voluntad. De hecho, suele ocurrir lo contrario: cuanto más esfuerzo y voluntad ponemos en relajarnos, más tensos y nerviosos acabamos estando. Recuerda que la concentración activa, es decir, la atención focalizada en algo para conseguir un determinado resultado, pone en marcha los circuitos del sistema del estrés.
Por el contrario, la concentración pasiva, es decir, concentrarse en algo sin ninguna exigencia y sin esperar ningún resultado, pone en marcha los circuitos del sistema de la calma. La paradoja es que sólo podemos "conseguir" relajarnos cuando no pretendemos conseguirlo. Naturalmente, si nos ponemos a practicar la técnica es porque queremos un resultado, pero, una vez que empezamos la concentración, renunciamos a toda exigencia, pasamos de todo lo que ocurra, aceptamos sin discutir todos los pensamientos, imágenes, sensaciones o lo que sea que se nos venga a la mente.

Hay situaciones naturales en las todos hemos practicado la concentración pasiva sin darnos cuenta. Mirando al mar en un día de moderado oleaje, por ejemplo, puede ser que nos concentremos en el movimiento de las olas, sin protestar porque unas sean mas altas, otras dejen más espuma y otras hagan más ruido, ni incomodarnos porque pase una gaviota o porque sople la brisa. El estado de calma que se produce con esta actividad explica porqué a mucha gente le gusta mirar al mar. Otras personas pueden alcanzar un estado similar viendo como el aire mece las copas de los árboles o como discurre el tráfico desde su ventana. Lo único que necesitamos es algo en que concentrarnos y una actitud de absoluta aceptación de todo lo que percibimos.

Lógicamente, si estás en un velero y el mar empieza a picarse es muy difícil que mantengas la misma actitud que si estás cómodamente sentado en el mirador del puerto. Por eso, para empezar, hay que buscar un sitio y un momento en el que sea fácil mantener la concentración pasiva. Con un poco de práctica, podremos entrar en estado de calma hasta en medio de un bombardeo (de hecho, mi maestro Luthe, que estuvo en la segunda guerra mundial, me contó historias de este tipo), pero de momento es mejor ir poco a poco.

Ejercicio de comprobación:

Asegúrate que tienes un rato para ti solo, en el que nadie te va a molestar. Siéntate en un sillón o en una silla cómoda. Cierra los ojos y no hagas nada. Si hiciste el primer ejercicio de comprobación del Paso Uno, seguramente te diste cuenta de que la mente está funcionando todo el tiempo. Hay que dejarla, es imposible pararla, pero si no le haces caso suele acabar por detenerse y quedarse vacía por si misma. Practica ahora conscientemente la actitud de aceptación pasiva. Si se te queda la mente en blanco, bien. Si vienen imágenes, recuerdos o proyectos, bien. Da igual. Se trata de estar con los ojos cerrados sin hacer nada, pasando totalmente de lo que haga tu cerebro. Si te distraes, bien. Deja la distracción y vuelve a lo que estabas haciendo, o sea, nada.
Casi nadie dura más de un minuto con este ejercicio. Los primeros segundos parece bastante fácil, pero luego las distracciones cada vez nos van incomodando más y, si uno se empeña en insistir, acaba siendo contraproducente. Déjalo en cuanto empiece a resultarte difícil, con unos segundos de concentración pasiva es suficiente para darse cuenta de como es. Ya irás mejorando con la práctica.
En el ejercicio que acabamos de hacer no hay un foco definido de concentración, sólo te he pedido que "no hagas nada". Sirve para iniciarse en la comprensión de lo que es la aceptación pasiva y darse bien cuenta de la diferencia entre lo que tú haces ("nada") y lo que hace tu cuerpo por su cuenta (el corazón palpita, el pecho se mueve para llevar la respiración, el cerebro da vueltas a montones de imágenes, ideas y sentimientos…). Reflexiona en lo que acaba de pasar, y te darás cuenta que hay cantidad de automatismos que vienen solos, sin que tú los llames ni pretendas producirlos.
Puede que hayas notado un picor, o una tensión en algún sitio, o un pequeño temblor, o hayas tenido la necesidad de moverte o qué se yo. Con un poco de suerte, puede que alguien haya hecho algún ruido, o que haya sonado un timbre…, lo cual te da una oportunidad extra de pasar y desentenderte de la repentina excitación que se haya producido.
Lo importante es que has empezado a diferenciar entre lo que tú haces con tu atención y lo que hacen los estímulos - los que vienen del entorno y los que surgen dentro de ti - , que intentan atraer tu atención para que les hagas caso. En situación normal te hubieras distraído con cualquier cosa, te hubieras puesto a pensar en algo, tus pensamientos se habrían ido asociando unos con otros…. En la situación del ejercicio de concentración pasiva eso no pasa, y si pasa sales enseguida de la distracción y vuelves a pasar de todo. Ya sé que es difícil. Hace falta ser un lama del Tibet para mantener este estado mucho tiempo, pero un minuto esta al alcance de cualquiera
http://superatuansiedad.es.tl/Ansiedad-General.htm
CUANDO EL PENSAMIENTO SE DISTORSIONA                                                            

Circuitos neurobiológicos de la ansiedad
Dr. Carlos A. Lamela

Material extractado del XXº Congreso Argentino de Psiquiatría – Mar del Plata, Argentina

Los circuitos neurobiológicos de la ansiedad

Los circuitos que están involucrados en la ansiedad están dentro de las normas que regulan al SNC.
Ya se sabe que nuestro sistema nervioso transmite información en serie, lo cual quiere decir que múltiples vías de información van a ser transmitidas siguiendo una única vía neuronal.
Es muy común que trabajen en paralelo, lo cual quiere decir que las diferentes variedades de una misma realidad sensorial van a ser transmitidas por diferentes vías.

Por ejemplo: en el caso de la visión, por un lado se transmite la forma, por otro el color, por el otro el movimiento, por vías diferentes y en paralelo, para luego integrarse en un centro, para conformar la imagen que nosotros podemos ver.

Esto nos lleva a la tercera parte, que es el nivel jerárquico del sistema nervioso, en el cual hay estructuras que están diferenciadas de otras para funciones específicas.
Hoy sabemos que las neuronas cambian en base a lo que aprendemos, a nuestra experiencia. Es lo que permite nuestro vínculo con el entorno y tener la particularidad única que tiene cada ser humano, en base a lo que incorpora de éste a través de la cognición, y en base a sus propias posibilidades y la experiencia previa que tenga cada uno, su historia natural.

Si tenemos que pensar en los sistemas que están involucrados en la ansiedad, tenemos que poner a la amígdala como el gran centro integrador, el cual va a recibir estímulos y a la vez se va a ocupar tanto de la expresión emocional (expresión somática de las emociones, del estrés y la ansiedad) así como del procesamiento consciente de la experiencia emocional.

Veamos cada uno de estos componentes en particular:

¿Qué pasa con el ingreso de los estímulos hacia la amígdala, que serían las aferencias sensoriales?
La mayoría de los sentidos (vista, tacto y oído) van hacia la amígdala y de ahí pasan al tálamo, lo cual le permite a este último poder modular en mayor o menor medida el ingreso de los estímulos sensoriales. (Recuerden que cualquier amenaza o estímulo estresante ingresa por nuestros sentidos)

El olfato es una excepción, ya que no pasa por el tálamo sino que va directo a la vía de corteza entorrInal. Esto hace que muchas veces un olor pueda desencadenar una sensación muy fuerte, porque tiene un vínculo directo con el sistema límbico.
Los sistemas viscerales también pueden ser una amenaza ingresando vía locus coeruleus y de ahí a la amígdala.
Esto es lo que les pasa fundamentalmente a los pacientes con pánico, en los cuales todos los estímulos que pasan por las vísceras son tomados como una amenaza manifiesta.

Expresiones aferentes:
¿Cómo expresa la amígdala las emociones?
Por sus vínculos con los núcleos del tallo cerebral y con los núcleos hipotalámicos.

Es importante destacar el papel de los CRF o CRH en todo lo que tiene que ver con el estrés, porque es un neuropéptido que interviene en todas las conductas estresantes, que tiene dos vías de acción:
1. produce un aumento rápido de ACTH y cortisol
2. va actuar sobre dos tipos de receptores centrales a esteroides: CRF1 o MR y CRF2 o GR

Si bien ya expliqué cómo el organismo recibe una amenaza y a su vez como ésta la expresa, no hay elementos para poder diferenciar por qué un estímulo en una determinada persona va a generar una respuesta adaptativa y en otro la respuesta va a ser desadaptativa, generando en ella un trastorno de ansiedad o un cuadro depresivo.

Veamos cómo procesa nuestro organismo la información que recibe:
Un estímulo llega al tálamo y de ahí pasa a la amígdala. Esa vía se llama vía talámica directa, que es una vía muy rápida, porque los estímulos son de corta latencia que producen una reacción de estrés. Es una vía de supervivencia.

Por ejemplo, si veo que aparece alguien con un arma o con una actitud agresiva hacia mi persona, antes de ser conscientes de quién es la persona y si es peligroso, yo tengo una respuesta muy rápida y adaptativa del estrés.
Luego de activarse esta vía, que es muy rápida, poco discriminativa y se maneja con niveles por debajo de la consciencia, se activa la vía talámica indirecta, que va hacia las cortezas sensoriales primarias y a las cortezas asociativas, para luego bajar con información altamente discriminada que viene de las cortezas.

Siguiendo con el ejemplo anterior, esta vía es la que nos va a dar más información acerca de si la persona que estamos viendo es conocida o no, si es una broma o es una persona peligrosa, etc.
Esta vía llega 300 milisegundos después, por lo cual a veces pueden generarse desincronizaciones y conductas desadaptativas.
En este sentido, la corteza prefrontal medial tiende a producir respuestas de parálisis y la corteza prefrontal dorsolateral va a estar vinculada con respuestas adaptativas, como puede ser la planificación de qué puede hacer uno frente a este estímulo (salir corriendo, frenar al agresor, etc.)

La amígdala es la que va a evaluar cuál es la magnitud de la amenaza y como hacerla consciente, para la cual va a necesitar de la corteza prefrontal dorsolateral, de la corteza cerebral anterior y del hipocampo.

El hipocampo es el que se va a encargar de comparar la sensación traumática actual con la original. Mientras que se produce este proceso la amígdala no se apaga, y es el mismo hipocampo el que la apaga, por la vía septohipocampal, que es una vía probablemente gabaérgica.

Hay cuatro zonas involucradas en la parada de la amígdala, que son el hipocampo, el septum, la sustancia gris y la corteza prefrontal.
En cuanto a los factores que intervienen podemos decir que por un lado en la amígdala y en el hipocampo hay receptores (tipo el omega II) que están vinculados con la ansiedad y donde actúan todos los derivados benzodiazepínicos que conocemos.

Por otro lado, éste tiene una importante inervación serotoninérgica a partir de la rafe medial, que son receptores que producen también ansienosis y en este caso la buspirona es el modelo patrón que actúa sobre estos receptores.
El rafe dorsal va a actuar sobre el hipocampo y la amígdala, pero vía el 5HT2, que es un ansiogénico. Por eso los bloqueantes 5HT2 disminuyen la ansiedad.

Por último el CRF, que es un neuropéptido muy inestable, es una de las vía en que actúa el FHTA, siendo los antagonistas del CRF otra vía de investigación para bloquear la respuesta de estrés emocional.

Veamos qué se ha visto en base a los circuitos neuronales, en el caso del pánico, del estrés post-traumático y en el TOC.
En el caso del pánico, lo que se vio en los estudios por imágenes fue una reducción de la actividad frontal y un aumento de la actividad límbica y paralímbica.
La disminución de la actividad prefrontal podría estar vinculada a que la corteza prefrontal hace una lectura no correcta de las amenazas que entran por los sentidos y de esta manera no apaga a la amígdala.

Este es un poco el gran sello del paciente con pánico, que no lee correctamente estímulos que no son amenazantes y por otro lado tenemos la activación de todos los circuitos del miedo, especialmente la amígdala, que está vinculada a todas las descargas que presenta el paciente panicoso.

Así como en el pánico el peligro es interno y viene desde nuestro propio organismo, en el estrés post-traumático el peligro viene desde afuera, siendo por ello más fácil de estudiar en modelos animales.

En el estrés post-traumático se han visto tres hallazgos:
- una hiperreactividad de la amígdala,
- una insuficiente modulación del hipocampo y
- una insuficiente modulación de la corteza prefrontal

La amígdala hiperreactiva que se ve en estos pacientes con estrés post-traumático no se sabe si es una causa o consecuencia.
Uno podría pensar en una vulnerabilidad de estos pacientes a desarrollar un estrés post-traumático; o podría ser un marcador de estado que mediaría cuando el paciente responde con una gran hiperactivación ante estímulos estresantes.

La disminución de la modulación del hipocampo tendría que ver con el hecho de que éste está siempre chequeando entre el trauma actual y el original.
Y la insuficiencia en la corteza prefrontal tendría que ver con una falla en el control de la amígdala por el cortex prefrontal.
En cuanto al TOC, sabemos que el DGM4-TR se siguen involucrando dentro de los trastornos de ansiedad, pero cada vez tenemos más evidencias clínicas y neurobiológicas que se acercarían más hacia el espectro obsesivo-compulsivo, que lo vincula más con el Tourette, con el trastorno dismórfico corporal y con la tricotilomanía.

El TOC estaría vinculado con el circuito córtico-estriado-talámico-cortical.
Este circuito tiene una vía directa que va desde la corteza del tálamo y comparte información con la vía direccional consciente y altamente discriminada, y hay una vía cortico-estriado-talámica, que es la que maneja información en general por debajo de la consciencia y es de mucho más rápido pasaje.
Está última es una vía directa que va de corteza a estriado, de allí al globo pálido interno y luego al tálamo. En el caso del TOC lo que se vio fue una predominancia de esta vía.

Lo que se sabe es que en el Tourette hay una disfunción en el estriado dorsal-putamen, responsable de los síntomas sensoriomotores; mientras que en el TOC hay una disfunción en el circuito del cortex órbitofrontal y en el estriado ventromedial-caudado, que está vinculado a lo cognitivo y a lo emocional.

Solamente a través de la comprensión e integración de los modelos fisiopatológicos conseguiremos tratamientos cada vez más sofisticados y específicamente dirigidos, contando así con mejores opciones terapéuticas para aquellos que sufren trastornos de ansiedad.
http://www.ivoox.com/cuentos-para-ulises-la-ciencia-verdadera-no-es_md_402088_1.mp3

la punta del iceber



fuente:LI.
foro:webtoc


Hola a todos!

Soy nueva en este foro...

La verdad es que llevo un tiempo leyendo. Bueno, en realidad, hace un tiempo que me dio por leeros diariamente para calmar mi ansiedad que durante una época fue bastante fuerte, pero nunca participé aunque me pasé horas leyendo...hoy he vuelto a entrar y me han dado ganas de postear. Yo no tengo TOC, no diagnosticado ni nada de esto, y la verdad es que nunca he ido a un psicólogo. No sé si lo que me ocurrió a mí fue lo mismo, pero me he sentido muy identificada con algunos posts y sencillamente quería decir un par de cosillas con la esperanza de que quizá a alguien le sirva (me disculpo de antemano si digo cualquier cosa que pueda molestar!).

A mi me dio durante un tiempo por dudar de si quería a mi pareja, con quien estoy desde hace años, y lo pasé muy mal. Era algo completamente obsesivo y destructivo, muy en la linea que todos habéis descrito. Todo el día tenía esto metido en la cabeza, sin ser capaz de tomar una decisión en ningún sentido y sin sentir prácticamente nada más que ansiedad durante todo el día, dándole vueltas sin llegar a ninguna parte. Con sus más y sus menos, y aunque no era este el único ni verdadero motivo de mi ansiedad, estuve así una buena temporada, yo diría que casi dos años aunque la cosa fluctuaba un poco y a veces me daba por eso y a veces por otras cosas, sobretodo por temas familiares, o simultáneamente, a veces desaparecía y volvía...vamos, un festival xD

Yo no puedo hablar por los demás, pero en fin...intentaré describir un poco cómo he podido salir de esto, de esta obsesión y de la sensación de ansiedad generalizada...

En primer lugar, me di cuenta (aunque en realidad ya lo sabía, pero una cosa es saberlo y otra es querer verlo de verdad) de que esto no era el auténtico motivo de mi malestar. Me aferraba a esto, pensando que tenía que resolverlo, que tenía que afrontarlo, y en realidad, aferrándome a esto, estaba huyendo. He leído de alguien de por aquí que su psicólogo le decía que se regodeaba en la negatividad, que era "feliz" así o algo parecido. Bueno, esto es lo que me pasaba a mí (aunque no me parece precisamente felicidad)lo que me pasa desde hace un montón de tiempo, pero estaba tan metida que no me daba cuenta, era mi estado por defecto. Yo todavía no he llegado al fondo, pero sí puedo decir una cosa: al menos en mi caso, y pienso que puede ser en la mayoría, el aferrarse obsesivamente a un tema en concreto, ya sea la pareja, o cualquier otra cosa, solo es una manera de NO QUERER VER Y SENTIR lo que realmente hay debajo. Yo canalizaba mi ansiedad a través de esto, me quedaba sin energías y absorbía la de las demás y no llegaba a ninguna parte, al contrario, cada vez estaba más metida. Creo que llega un momento en que nos identificamos con esta ansiedad, con esta forma de ver el mundo llena de miedo, y en el fondo pensamos que somos así y que no podemos hacer nada por cambiarlo. Al menos esto me pasaba a mí. Pues no, NO ES ASÍ. 

Al menos en mi caso, me di cuenta de que la ansiedad y el miedo con el que afrontaba este tema no era exclusivo de esto, sino que en general mi forma de vivir y pensar era llena de tensión y miedo. Esto te da una pista sobre la validez de la ansiedad...es como si yo permanentemente estuviera en un modo mental de "atacar o huir", siempre llena de tensión. Así es imposible que fluyan los sentimientos. En realidad no se trata de si quieres a tu pareja o no, para nada. Aunque parezca paradójico, me parece que esta obsesión es precisamente una forma de evitar que fluyan los sentimientos, de bloquearlos. Cuanto más vueltas le das,  menos sientes y menos respuestas tienes. Y todo lo contrario: cuanto menos piensas en ello, más pueden salir, aunque tarden.

Yo no sé cuál será vuestro caso...en el mío, esta obsesión era solo una fachada que no me dejaba ver el fondo (y el fondo no es "en realidad no quiero a mi pareja"!) y cuando os leo, me da la misma sensación, porque yo escribía y sentía cosas similares (perdonad si me equivoco) En mi caso, era solo una pequeña manifestación de algo mucho más hondo que he tenido que ir sacando. La meditación me ha ayudado muchísimo. Es muy importante parar la verborrea mental que no te deja ver más allá de la obsesión. Yo he tenido que hacer, y estoy en ello, todo un cambio de paradigma mental, que ya no funcione desde el miedo y la desconfianza, hacia mí y hacia los demás. Después de mucho pensar sobre un montón de cosas, de indagar en el pasado y blablabla, me parece que este es el probblema: la forma como, en general, afronto mi vida, con tanto miedo. Gracias precisamente a mi pareja, que me ha ayudado muchísimo, he aprendido que cuando pienso en que tengo que ir más al fondo para ver lo que hay detrás, ya pienso en cosas negativas. Que tengo un monstruo dentro de mí, cosas terribles que no quiero destapar. Y que en realidad, lo que he estado reprimiendo era todo lo contrario: las ganas de vivir, de dejarme vivir sin miedo, dejándome sentir las cosas, dejando que los demás y sobretodo él pudieran llegar a mí.

De hecho, después de unas semanas poniéndome intensamente con meditación, reduciendo verborrea mental ansiosa y todo esto, ayer tuve como un punto álgido de sentirme como mierda. Todo el miedo que dispersaba en ansiedades, en cosas como esta obsesión, se concentró, y lo sentí tan fuerte que me daban arcadas y como pequeñas convulsiones, no podía dejar de llorar y gritar durante un rato. Y ahora es como si me hubiera limpiado aún más...y la ansiedad que me ha perseguido meses y años, ha desaparecido prácticamente. Ya no me identifico con mi miedo (al menos lo intento).

Tengo la sensación de que he sido muy desordenada...pero bueno, me ha salido así. Solo queria compartir un poco mi experiencia y lo que he pensado y sentido.

Un saludo a todos, y mucho ánimo.
testimonio:de li. foro webtoc
http://www.webtoc.org/foro/index.php?topic=753.msg19048;boardseen#new



No podemos ignorar los problemas, pero podemos tomar la decisión de cómo afrontarlo, es mejor ver el vaso medio lleno, no solo por la realización de tus objetivos sino para mantener la salud tanto física, como mental.
Una de las etapas del ser humano más compleja es él aprender a caminar, es un entramado de enlaces neuronales que se van tejiendo mucho antes de nuestros primero pasos, debemos manejar una serie de informaciones y coordinar nuestros movimientos, es proceso psicomotriz complejo pero un momento grandioso para el bebé y para nosotros los padres cuando lo vivimos. Todo esto es posible por nuestra corta edad, la naturaleza es muy sabia, si nos tocara aprender a caminar de mayores seguramente no lo haríamos, si intervienen nuestros miedos y pensamientos negativos jamas aprenderíamos. Imaginen por un momento un bebe en edad para dar sus primeros pasos, pensando no voy a poder hacerlo, me puedo caer, no estoy preparado, esto no es para mí, los otros bebe son mejores que yo. Suena absurdo un bebe nunca pensaría de esta forma, pues es un pequeño ejemplo de la inmovilidad de nuestros pensamientos.
Ten actitud positiva. Groucho Marx decía: “Me he pasado la vida preocupado por cosas que nunca han llegado a suceder”. Así que no inviertas tanta energía en cosas triviales, un problema real deja de serlo cuando enfocas tu energía en la solución y no en el problema.
Es tan real yo por ejemplo he perdido mucho tiempo y energías preocupado por cosas que nunca llegaron a pasar, y no se trata de vivir en una burbuja o ser irresponsable con tus deberes, no, se trata de tener un pensamiento objetivo de esta forma saber programar e identificar hacia donde deben dirigirse nuestros recursos y esfuerzos para dar cumplimiento a los propósitos que nos tracemos en todas las situaciones, si enfocamos mal las energías cuando llegue el momento de afrontar un problema verdadero estaremos agotados y sin herramientas para buscar la mejor solución.
http://nomecuentesnada.blogspot.com/2009/05/ignorar-lo-negativo-y-educar-el.html

Piensa mal que no acertarás. Paranoia.

Piensa mal que no acertarás. Paranoia.
paranoia El Dr. Daniel Freeman y la profesora Philippa Garety del Instituto de Psiquiatría en el king’s College de Londres hallaron en su estudio de 2006 que una persona de entre tres en la población general tiene miedos y sospechas paranoicas. La frecuencia de paranoia es mucho más elevada de lo que se creía anteriormente. Se estima que es una experiencia común que ocurre regularmente a un 10-15% de la población. Esto viene a equiparar en cantidad los pensamientos paranoides a los de contenido depresivo o ansioso. Los pensamientos de tema persecutorio más frecuentes en la población son los siguientes: “necesito cuidarme de los demás”, “los extraños me observan como si me examinaran” “la gente me critica por detrás” “se están riendo de mí” “me quieren provocar” “me quieren hacer enfadar” y otros.
“Entras como elefante en una cacharrería. No tienes ni gota de sensibilidad. Podrías mostrar cierto arrepentimiento”, dice el ofendido a su “presunto” ofensor.
Este último ha olvidado momentáneamente que el ofendido es como una figurita de cristal y se despacha en sus comentarios y opiniones sin tener en cuenta que el herido tiene la piel de un bebé.
Seguramente muchos de los lectores apoyarían la tesis del “hipersensible” mientras otros tantos, en la misma medida, apoyarían al brusco. Difícil es decir quién lleva razón, pero en opinión de los psicólogos, el que se ofende fácilmente debería hacer un trabajo personal de ecuanimidad, empatía y perdón. El ejercicio, muy elemental, consistiría en preguntarse si el otro tuvo o no mala intención. En el caso de que la intención fuera manifiestamente perversa, habría que considerarlo culpable y solucionar el conflicto basándose en hechos fehacientes. Pero en la mayoría de los casos esto no sucede así. Dejando aparte los aspectos legales del tema, que también los hay, ¿vale la pena pelear, enfadarse y guardar rencor si no hay mala intención? Es sabido que uno de los pasatiempos favoritos de estas personas es perseguir al culpable con demandas judiciales constantes. La verdad de los hechos nos dice que la mayoría de las veces hacemos daño sin querer y nos lo hacen a nosotros de la misma forma. Si nos perdonamos a nosotros mismos por eso, ¿por qué no perdonar a los demás y pasar al problema siguiente?

La personalidad susceptible.
La suspicacia, el pensar mal, la susceptibilidad, la desconfianza, la negación de la presunción de inocencia, todo esto indica poca fe en el género humano. Detrás de eso subyace la idea de que tenemos que defendernos de nuestros congéneres. Porque si no, nos pueden dañar. Claro que cualquiera diría que hay que cuidarse por los tiempos que corren y demás argumentos. Pero detrás de esa defensa no es extraño que se esconda un ego temeroso y de frágil salud que intenta hacerse valer ante todo lo que percibe como ataque a su integridad. Pero ir con las uñas desplegadas de entrada solo sirve para darle a entender al prójimo que se espera lo peor de él. Y claro, este mensaje sienta mal. Además, muchas veces las profecías se auto cumplen. Por eso el susceptible no es un personaje simpático y cuesta bastante tener una relación espontánea con él.
Algunos podrían decir que la susceptibilidad es el aspecto realista de la paranoia. Pero la palabra paranoia, aunque ahora es ampliamente utilizada por el vulgo, tiene una resonancia de enfermedad mental delirante en su sentido estricto. Para hacerla más digerible, se le ha dado un apelativo alternativo más liviano a la vista de su gran presencia en la población: “desconfianza infundada”. Nadie de los que están leyendo estaría dispuesto a calificarse como paranoico, aunque sí podría admitir ser depresivo, obsesivo o ansioso. Con toda seguridad la mayoría de los lectores creerán que no tienen nada que ver con lo que describe este artículo. Pero veremos que investigaciones recientes provenientes del Reino Unido han hallado que estas ideas son frecuentes en un tercio de la población general. Algún comentarista en la prensa inglesa comenta irónicamente que aunque su corazón se compadece del tercio de la población supuestamente paranoide, no puede dejar de pensar en los otros dos tercios que seguramente lo son tanto que ni siquiera se han dado cuenta.
La personalidad del susceptible se podría enmarcar en lo que se llama trastorno paranoide de la personalidad. No es una enfermedad en sí misma, pero marca una tendencia a ver el mundo de un modo desconfiado y temeroso.

Ayuda para pareja, amigos, compañeros y familiares.
La manera de pensar del susceptible/paranoide provoca sufrimiento al que la padece pero, sobre todo, puede destruir amistades y afectos. Este tipo de persona puede llegar a ser descalificada en su entorno, ya que no es saludable para las relaciones ver a los demás como potenciales agentes de engaño y mentira. Muestra una tendencia a basar sus relaciones en la sospecha de que la acabarán traicionando, o tramarán algo contra ella o la defraudarán, incluyendo las personas más cercanas. La parte positiva es que estas personas suelen ser perspicaces y darse cuenta de aspectos que pasan inadvertidos a los demás y son más prudentes ante los negocios arriesgados. Pero la parte desafortunada para el que padece este trastorno es que su vida puede transformarse en un infierno tanto para él como para sus allegados a causa de las sospechas de engaños, infidelidades, traiciones y su continua falta de confianza. Por esta razón no es frecuente que vayan a pedir ayuda a un psicólogo, sino que son más bien sus familiares cercanos los que necesitan ayuda profesional.

¿Confiar o desconfiar?
Los datos que nos indican la frecuencia de los pensamientos paranoicos hacen pensar que al fin y al cabo a lo mejor no son tan inapropiados mientras no se transformen en excesivos. Es cierto que las personas a veces pueden ser potencialmente hostiles y es bueno cuidarse. A veces los amigos traicionan, así como las parejas. Por eso el dilema confiar/no confiar está siempre latente en cualquier interacción social. Todos nos hemos equivocado al confiar alguna vez, pero también al desconfiar. La desconfianza podría ser en ocasiones un proceso psicológico normal de supervivencia. Valoramos e interpretamos nuestras experiencias como buenas o malas. La desconfianza infundada y excesiva surge de la combinación de factores externos y procesos internos. El factor externo puede ser una información social ambigua que llega de manera no verbal, como una expresión facial, una mirada, una risa/sonrisa, o bien de un modo verbal, como un silencio en la conversación, una voz alzada o una interrupción. La interpretación persecutoria está influida por las experiencias previas, el estado emocional, recuerdos, personalidad, el proceso personal de toma de decisiones y estados fisiológicos que predisponen como el consumo de cannabis, cocaína o alcohol.
Las sospechas suelen exacerbarse en el contexto de turbulencia emocional, consecuencia de relaciones interpersonales conflictivas, acoso o aislamiento. El trasfondo de esas ideas es la creencia sobre si mismo como débil y vulnerable y la lectura de un mundo malo y amenazador.

Características del susceptible (Estilo paranoide de personalidad).
  1. Hipersensibilidad a la crítica. Se siente frecuentemente atacado o herido en sus sentimientos y ve a los demás como culpables de su dolor.
  2. Sospecha de que los demás le están explotando, haciéndole daño o engañándole. Desconfía de sus intenciones.
  3. Extrae significados ocultos de menosprecio o amenaza en comentarios o acontecimientos triviales.
  4. Guarda rencor durante mucho tiempo. No perdona ni insultos ni desprecios.
  5. Tiene sospechas infundadas y recurrentes sobre la fidelidad de su pareja.
  6. Desconfía de la lealtad u honradez de sus amigos o asociados.
  7. Es reacio a abrirse a los demás por temor a que la información sea utilizada contra él.
  8. Percibe ataques a su persona o a su reputación y reacciona fácilmente con ira o contraataques.
  9. Preocupación por “conspiraciones” sin fundamento en los acontecimientos del entorno inmediato o en el mundo.
  10. Sentido combativo y tenaz de los propios derechos al margen de la realidad.
  11. Predisposición a sentirse importante con una actitud de auto referencia constante. Todo se refiere a él.
  12. Hostilidad flotante, irritabilidad a flor de piel.
  13. Se siente fácilmente decepcionado, todo le sienta mal, todo le disgusta.

Dejar de pensar mal
  1. Hágase un observador externo de sus propios miedos. Para eso utilice un diario y apunte sus ideas de sospecha para darse cuenta.
  2. Desarrolle un conocimiento detallado de las causas de sus sospechas. Se puede obtener mucha información a partir del origen de las ideas.
  3. Revise la interpretación de los hechos en lugar de aceptarla de inmediato. Piense en versiones alternativas a su experiencia.
  4. Ponga a prueba sus ideas en cuanto a evidencias y pruebas de realidad.
  5. Deje pasar las sospechas de largo. No se ponga luchar contra ellas. Déjelas ir. Focalice más bien en su actividad del momento y no en lo que está pensando.
  6. Reserve un período de tiempo al día, por ejemplo una media hora, para pensar en sus preocupaciones y sospechas. De este modo, puede llegar a reducir el tiempo dedicado a la preocupación que alimenta su malestar.
  7. Acepte que usted es responsable de cómo interpreta lo que le sucede. No son los demás los que le irritan, es usted el que se irrita con los demás. No son lo demás los que lo hieren, es usted el que se siente atacado.
  8. Usted es el responsable de la calidad de su vida, no debe pensar que es una víctima del maltrato de los demás.
  9. Si sus necesidades no son satisfechas, o está frustrado, o si sus relaciones no son buenas, usted es responsable de las elecciones que hace en su vida.
  10. Cuando se sienta susceptible y herido, no se detenga a preguntarse quién es el responsable de su dolor, sino pregúntese cómo puede resolver su malestar.
 http://www.isabel-larraburu.com/articulos/psicologia-general/203-piensa-mal-que-no-acertaras-la-susceptibilidad.html?lang=

Isabel s. larraburu

¿Felices desde la cuna?

  • Hay que volcarse en el aprendizaje social y emocional de los niños, dice Punset
  • No importan las circunstancias, sino la actitud al enfrentarse a ellas
  • Lo esencial es pasar a la acción, insiste Zerbino, superviviente de los Andes
¿Es usted feliz? Quizás lo lleve en los genes. Los seres humanos, a lo largo de la Historia, han indagado en las claves de la felicidad. Sin embargo, hace muy poco que esta búsqueda ha dado el salto al mundo científico, en un intento por encontrar herramientas para detectar, cuantificar y analizar la felicidad y su repercusión en el mundo que nos rodea.
Eso sí, de momento "no hay un termómetro para la felicidad", explica Sonja Lyubomirsky, doctora en Psicología y profesora de la Universidad de California. A algunos, la propia naturaleza les ayuda. "Las circunstancias que rodean la vida de cada uno no influyen tanto en la felicidad personal como los genes -hay gente que nace más feliz que otros- o cómo uno se toma las circunstancias que le rodean".

El gran reto para la sociedad

Es decir, que aunque uno no cuente con la mejor herencia genética del mundo en términos de felicidad, no está todo perdido. De hecho, como apunta el divulgador científico y escritor Eduardo Punset, el gran reto que nos queda por delante como sociedad es poner la 'semilla' de la felicidad en las personas. "Hemos descubierto nuestra capacidad para incidir en el cerebro de los demás y, por experimentos concretos, hemos descubierto que hay una ventana crítica entre los tres y los ocho años para hacerlo; así que si queremos adultos altruistas, solidarios, menores niveles de violencia en la sociedad, hay que volcarse en el aprendizaje social y emocional de los niños en estas edades".
Pero el trabajo no queda ahí. Lyubomirsky, una de las principales expertas en el tema y participante junto a Punset en el I Congreso de la Felicidad patrocinado por Coca-Cola que estos días se celebra en Madrid, afirma que su investigación demuestra que se puede aprender a ser feliz, pero es un trabajo duro. "Es como perder peso o mantenerse en forma. Si tu 'punto de ajuste de la felicidad' es bajo hay que esforzarse, cambiar los hábitos y practicar toda la vida".
Por lo pronto, asumir que no se es feliz -o al menos no tanto como quisiera- es un buen punto de partida. "Es el primer punto de inflexión para cambiar", afirma Gustavo Zerbino, un luchador nato. Él, junto con otros 15 compañeros, logró sobrevivir durante más de 70 días en la cordillera de los Andes tras un accidente aéreo en 1972.

No hay imposibles

"Yo les ofrezco a la gente la esperanza, la ilusión y la posibilidad de creer que hay una manera distinta de hacer las cosas. Si quieres tener resultados distintos hay que hacer las cosas distintas", explica con determinación. "No hay imposibles". Aquella experiencia, que muchos consideraron un milagro, le enseñó una lección esencial ante los problemas: "Lo primero es preguntarme qué quiero, y luego, el cómo llegar a ello". La clave, insiste Zerbino, está en pasar a la acción, en vez de "paralizarse en el análisis y ser uno más que padece la vida en vez de disfrutarla".
Ni siquiera la tan manida crisis le arredra: "Cuántos países tuvieron crisis reales, no como esta. Ustedes están nadando en la abundancia. No nos quejemos más, tomemos acción".
Si tampoco eso les consuela, está probado, cuenta Punset, que el dinero -una vez que se supera un nivel de subsistencia mínimo, claro está- es uno de los factores menos relevantes de la felicidad. ¿Qué es lo que de verdad importa? "La relación personal, tener el sentimiento de que controlas algo de tu vida, la sensación de que te estas sumergiendo en un proyecto que te interesa, todo ello son factores que tienen una correlación directa con la felicidad".

Disfrutar del camino

Punset recomienda no tener miedo, disfrutar de las cosas simples y exprimir el camino: "Tenemos que aprender a aprovechar las cosas que encontramos en el camino cuando buscamos un determinado objetivo. La gente se obceca con el objetivo y, cuando este llega -el gran amor consumado, el coche...- al poco tiempo se ha pasado todo".
Ahora bien, no siempre es fácil lograr el equilibrio deseado. El propio Zerbino, sobrecargado de compromisos, admite que él mismo tendrá que ponerse firme para redistribuir 'felizmente' su tiempo: "Voy a dejar de ir afuera para centrarme más en mi casa. La verdadera calidad empieza por casa y la tengo que practicar conmigo y con los seres queridos. Me he hecho esclavo del exterior y voy a tener que corregir algunas cosas que me están distorsionando el equilibrio para ser feliz".
Ya ven, hasta a los expertos les cuesta a veces ser plenamente felices; la diferencia es, quizás, que ellos se empeñan en lograrlo. Todo es cuestión de asumirlo y ponerse manos a la obra.

fuente:elmundosalud