Usted tiene el hábito de juntar objetos inútiles en este momento, creyendo que un día, no sabe cuando, podrá precisar de ellos.
Usted tiene el hábito de juntar dinero sólo para no gastarlo, pues piensa en el futuro podrá hacer falta.
Usted tiene hábito de guardar ropa, zapatos, muebles, utensilios domésticos y otras cosas del hogar que ya no usa hace bastante tiempo.
…Y dentro suyo?… Usted tiene el hábito de guardar broncas, resentimientos, tristezas, miedos, etc.
No haga eso. Es anti-prosperidad. Es preciso crear un espacio, un vacío, para que las cosas nuevas lleguen a su vida.
Es preciso eliminar lo que es inútil en usted y en su vida, para que la prosperidad venga.
Es la fuerza de ese vacío que absorberá y atraerá todo lo que usted necesita y desea.
Mientras usted está material o emocionalmente cargando cosas viejas e inútiles, no habrá espacio abierto para nuevas oportunidades.
Los bienes precisan circular. Limpie los cajones, los armarios, el cuarto del fondo, el garaje.
Dé lo que usted no usa más. La actitud de guardar un montón de cosas inútiles amarra su vida.
No son los objetos guardados que estancan su vida, sino el significado de la actitud de guardar.
Cuando se guarda, se considera la posibilidad de falta, de carencia.
Es creer que mañana podrá faltar y usted no tendrá medios de proveer sus necesidades.
Con esa postura, usted está enviando dos mensajes para su cerebro y para su vida:
1º… Usted no confía en el mañana
2º… Usted cree que lo nuevo y lo mejor NO son para usted, ya que se alegra con guardar cosas viejas e inútiles.
Deshágase de lo que perdió el color y el brillo y deje entrar lo nuevo en su casa… y dentro de sí mismo…
Por eso, despues de leer esto no lo guardes, hazlo circular para que la prosperidad y la paz lleguen a ti.

Gentileza, Richard Nohra (Libano)

en sus zapatos

Bill Andrews era un tipo grande, torpe y poco atractivo.
Se vestía extrañamente con ropa que no le quedaba bien. Había varios tipos que pensaban que era divertido burlarse de él. Un día uno de ellos notó un pequeña rotura en su camisa y le dio un jaloncito. Otro obrero en la fábrica agregó su poquito y en poco tiempo había una exhibición de jirones.
Bill siguió con su trabajo y al pasar demasiado cerca a una banda transportadora, uno de los jirones de su camisa fue atrapado por la maquinaria. En fracciones de Segundo, la manga y Bill estaban en problemas. Las alarmas sonaron, los interruptores fueron accionados y se evitó el problema.
El capataz, sin embargo, al tanto de lo que había pasado, convocó a los hombres y relató esta historia:
En mis días mozos, trabajé en una pequeña fábrica. Allí fue donde primero conocí a Mike Havoc. Era grande e ingenioso, siempre haciendo chistes y travesuras.
Mike era un líder. Entonces también había un Pete Lumas. Él siempre le seguía la corriente a Mike. Era un seguidor. Y también estaba un hombre llamado… Jake.
Él era un poco más Viejo que el resto de nosotros -callado, inofensivo y apartado. Siempre almorzaba solo. Siempre vistió los mismos pantalones parchados por tres años seguidos. Nunca se unía a los juegos del mediodía: luchas, herraduras, y cosas similares.
Se veía indiferente, más bien siempre sentado bajo un árbol en silencio.
Jake era el blanco natural para chistes prácticos. Solía encontrar una rana viva en su porta-vianda o a un roedor muerto en su sombrero. Pero siempre lo tomaba con buen humor.
Entonces, un otoño, cuando las cosas estaban lentas, Mike tomó unos días libres para ir de caza. Pete se le unió, por supuesto. Y nos prometieron a todos que si cazaban algo, nos traerían a cada uno una parte. Así que todos nos entusiasmamos cuando oimos que habían regresado y que Mike había cazado un venado grande. Oimos más que eso.
Pete nunca podía reservarse nada, y nos dejó saber que tenían una gran broma preparada para Jake. Mike había cortado al bicho y había hecho un paquete agradable para cada uno de nosotros. Y, para divertirnos, había guardado las orejas, la cola y las pezuñas -sería tan divertido cuando Jake las abriese.
Mike distribuyó sus paquetes durante el almuerzo. Cada uno de nosotros recibió una buena pieza, la abrimos y se lo agradecimos. El paquete más grande lo guardó para el final. Era para Jake.
Pete estaba a punto de estallar y Mike se veía muy satisfecho. Como siempre, Jake estaba sentado solo; estaba en el extreme más lejano de la gran mesa.
Mike empujó el paquete donde él pudiese alcanzarlo; y todos nos sentamos a esperar. Jake nunca decía mucho. Uno pudiera nunca darse cuenta de que él estaba presente por “su mucho hablar”. En tres años nunca habría pronunciado cien palabras. Así que nos asombramos con lo que pasó a continuación.
Él tomó el paquete con firmeza y se puso lentamente de pie. Le sonrió ampliamente a Mike -y fue entonces que nos dimos cuenta de que sus ojos relucían. Su manzana de Adán tembló de arriba a abajo por un momento hasta que recobró el control de sí mismo.
“Sabía que no me olvidarían”, dijo agradecido; “¡sabía que lo harían! Ustedes son grandes y juguetones, pero sabía que tenían un buen corazón”. Tragó nuevamente y entonces se dirigió al resto de nosotros.
“Sé que no he sido muy amistoso con ustedes, pero nunca quise ser rudo. Verán, tengo nueve chicos en casa -y una esposa que ha estado inválida- en cama por los últimos cuatro años. Nunca se va a mejorar. Y algunas veces, cuando se siente realmente mal, tengo que estar a su lado toda la noche para cuidarla. Y la mayor parte de mi salario tengo que gastarlo en médicos y medicamentos. Los muchachos hacen lo que pueden para ayudar, pero a veces ha sido difícil poner alimento en sus bocas”.
“Quizás piensen que es tonto de mi parte el que coma solo. Bueno, reconozco que me he avergonzado un poco de mí mismo porque no siempre tengo algo en mi emparedado. O, como hoy -tal vez solo hay un nabo crudo en mi porta-vianda. Pero quiero que sepan que esta carne realmente significa mucho para mí. Quizás más que a nadie aquí porque esta noche mis muchachos”, se secó la humedad de sus ojos con el dorso de su mano, “…esta noche mis muchachos van a tener una buena…” Tensó la cuerda del paquete.
Habíamos estado observando a Jake con tanta atención que no le habíamos prestado mucha a Mike y Pete. Pero todos los observamos ahora, porque ambos se lanzaron al mismo tiempo a agarrar el paquete. Pero llegaron muy tarde. Jake había roto el envoltorio y ya estaba revisando su regalo.
Examinó cada pezuña, cada oreja, y entonces levantó la cola que se colgaba blanda. Debía haber sido tan divertido, pero nadie se rió -ninguno en absoluto. Pero la parte más difícil fue cuando Jake levantó la mirada e intentó sonreír.
Aquí fue donde el capataz dejó la historia y a sus hombres. No tuvo que decir nada más; pero fue gratificante observar que mientras cada hombre comió su almuerzo ese día, compartió con Bill Andrews y uno de ellos aun le ofreció su camisa.
Muchas veces no entendemos porque tal persona es callada, no rie, parece raro o como que no encaja en el grupo, y la verdad es que desconocemos mucho de esa persona, cuando nos acercamos y nos enteramos que viven o sufren y nos ponemos en sus zapatos, entenderemos su corazòn. No los ignoremos, acerquemosnos hoy a ellos y quizàs nos sorprendamos.

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